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Opinión

¿Este es un gobierno cívico-militar?

No, aunque lo reclamen los extremos diestros y siniestros.

larepublica.pe
No, aunque lo reclamen los extremos diestros y siniestros.

En momentos de alta conflictividad político-social como el actual en el país surge el riesgo de un crecimiento desmesurado de la influencia de las Fuerzas Armadas por encima de lo que establece la Constitución, pero sería una exageración sostener que ahora hay un gobierno cívico-militar (GCM) y hasta que se está en un golpe de Estado.

Golpe de Estado sí fue el que pretendió dar Pedro Castillo el 7 de diciembre, dando lugar a su reemplazo por su VP Dina Boluarte, según la Constitución.

A continuación, la izquierda peruana mantuvo invicta su capacidad de errar al no condenar con claridad el golpe y volverse contra la nueva presidenta Boluarte por ‘traicionar a Castillo’ y señalar que se había instaurado un GCM a partir de la respuesta de las fuerzas del orden ante las protestas violentas en varias partes del país.

No hay duda de que, en algunas de esas respuestas, hubo excesos lamentables que produjeron muertes, aunque, como sostuvo José Ugaz en entrevista en La República el lunes, hoy “no existen elementos suficientes para llegar a la conclusión de que eso sea atribuible a una decisión del Gobierno”.

El expresidente de Transparencia agrega que “hablar de gobierno de corte autoritario a estas alturas es prematuro”, pero hay algunos rasgos que deben ser seguidos con cuidado.

El riesgo principal es que un incremento de la protesta político-social ponga al gobierno de Boluarte contra las cuerdas y con menor posibilidad de control de las fuerzas del orden. Hoy eso solo ocurre en Puno, con violencia fuerte. Ayer, quemaron otra comisaría.

La izquierda pretende usar las respuestas del Gobierno para proteger la infraestructura pública, junto con los excesos que puedan ocurrir, como expresión del supuesto GCM, mientras la derecha reclama que Boluarte que está “tembleque” y que, si no puede poner orden en el país, debería renunciar.

La idea de que hay un GCM parece producto de una preocupación legítima a partir de sospechas que, sin embargo, hasta ahora son muy débiles, así como del deseo de la izquierda de crear un fantasma contra el que luchar para recuperar posicionamiento político, pero hoy la realidad es la de una presidencia muy precaria acechada entre el furor de la diestra y de la siniestra.