Tony Blair, ex primer ministro del Reino Unido (1997-2007) y socio de George Bush en la invasión militar a Irak —con el pretexto de las inexistentes armas de destrucción masiva— ha dicho que la era del dominio occidental está llegando a su fin y que el mundo se enfrenta a cambios geopolíticos globales y a una transición hacia la multipolaridad.
En la conferencia “¿Después de Ucrania, qué lecciones tiene ahora el liderazgo occidental?”, organizada por la Ditchley Foundation, afirmó que el dominio de occidente termina conforme China asciende al estatus de superpotencia, en asociación con Rusia, como uno de los puntos de inflexión más significativos en siglos.
Se trata de “la primera vez en la historia moderna que Oriente puede estar en igualdad de condiciones con Occidente”. Dijo que Rusia tiene un importante poderío militar, pero su economía es un 70 % del tamaño de la de Italia”. En efecto, pero Rusia es el cuarto país con mayor poderío militar después de EE. UU., China e India, y cuenta con el mayor número de ojivas nucleares en el mundo.
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Expresó con claridad que “durante las dos últimas décadas, China ha mantenido un compromiso activo y exitoso con el mundo estableciendo conexiones con respecto a las cuales, como puedo atestiguar, existe una profunda reticencia, incluso por parte de los aliados tradicionales de Estados Unidos, a ceder”.
En la IX Cumbre de las Américas realizada en junio, en Los Ángeles, Joe Biden presentó la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas, que ofrece créditos para contrarrestar la presencia china en la región, un remedo de la fracasada Iniciativa América Crece, lanzada en 2019, en tiempos de Trump, que ofrecía lo mismo. América Latina y el Caribe han mostrado recientemente una mayor autonomía y equilibrio en la definición de sus alianzas (Colombia es el único país que se ha sumado a las sanciones económicas a Rusia) y ha puesto por delante sus intereses nacionales.
En Arabia Saudita, Biden presentó su estrategia para Medio Oriente (seis estados del Golfo, Jordania e Irak) y dijo que su país no cedería influencia “para que la llenen China, Rusia o Irán”. El presidente intentó, sin éxito, que los saudíes incrementaran su producción de petróleo y tampoco pudo sentar las bases para una alianza de seguridad regional, que incluyera a Israel, para enfrentar a Irán. Muchos países emergentes (Argentina, Irán, México, Guinea, Tailandia, Egipto, Tayikistán y otros) tienen la mirada puesta en los BRICS, fundada en 2009 por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
En la Cumbre de la OTAN de Madrid, sus 30 miembros suscribieron el nuevo Concepto Estratégico de dicha organización, que pone énfasis en la disuasión y prevención de conflictos por lo que busca incrementar el gasto militar para enfrentar a Rusia, “la amenaza más importante y directa a la seguridad de los Aliados, en el área euroatlántica (…) y a China por sus ambiciones y políticas coercitivas que suponen un desafío para nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores”.
Estas medidas se enmarcan en la mirada de Blair que propone que “Occidente debe aumentar los gastos de defensa y mantener la superioridad militar, siendo lo suficientemente fuerte como para enfrentarse al país asiático en cualquier escenario futuro”.
Así, Europa vive con un puñal amenazante en la yugular, con restricciones del suministro de gas, alta inflación y recesión a la vuelta de la esquina, además de crisis política en el Reino Unido con la salida de Boris Johnson, la renuncia no aceptada del premier italiano Mario Draghi, entre otros, a lo que se añade la alta desaprobación de Biden y Harris en EE. UU.
Los manotazos de ahogado de la primera potencia mundial, resquebrajada en sus entrañas, representan un serio peligro para la estabilidad económica y social planetaria. Los efectos de su búsqueda por preservar su hegemonía con respuestas bélicas barrerá los esfuerzos que realicen internamente los gobiernos, en particular, los de los países subdesarrollados, para enfrentar la crisis.
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