Fui al colegio de 1968 a 1980, el lapso íntegro de la dictadura militar y de la llamada reforma educativa. El gobierno tenía un proyecto socialista desde el “binomio pueblo–fuerza armada” donde la democracia era profundamente despreciada. La reforma se defendía colocando en la escuela la narrativa generada por unos parámetros supuestamente reivindicativos de un pasado glorioso que solo el militarismo podía honrar.
Aquí un resumen, solo del curso de historia. Me enseñaron los 14 incas, como dinastías europeas que regían un locus amoenus pastoril llamado imperio donde todos eran buenos. “¿Profesor, había sacrificios humanos antes de la conquista española?”. “Jamás”, era la repuesta, “eso lo hacían los salvajes aztecas, mayas y chibchas, pero no los incas”. Me enseñaron que Túpac Amaru era un indio muy, pero muy pobre que organizó una revolución (como la del Gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas) contra los malditos conquistadores españoles. De la guerra con Chile aprendí que los bolivianos eran unos ociosos, cobardes y traidores. Pero con los chilenos era peor. Nos dijeron que eran ladrones de territorios, rapiñadores y gente sin honor que repasaba a los heridos en los campos de batalla.
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¿Se puede ideologizar a los niños? Por supuesto que se puede enseñar a odiar. Los militares se fueron en 1980 y poco a poco los contenidos tuvieron investigación, contexto, matices y mucho menos estereotipos. Hoy la historia se enseña mucho mejor porque no es un instrumento político para imponer una ideología.
Entonces, ¿cómo enseñar sin ideologizar? Con la verdad, siempre. Sin distorsionar, sin descontextualizar, con matices. Desarrollar el pensamiento abstracto y critico requiere de un largo y sostenido proceso de maduración física y emocional. Ese proceso no ocurre solo en casa, ocurre en la escuela. Por lo tanto, valores y moral (distinguir entre el bien y el mal) también son parte de lo que recibe un niño en todos los ambientes en los que está.
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La sociedad peruana en la que vivimos hoy tiene 10,000 presos por violación sexual: segunda causa de criminalidad nacional. Y esos son solo los casos que se denuncian. Hay muchos más. La mayoría de las violaciones ocurren en el contexto familiar. El embarazo infantil y adolescente no baja del 13%, lo cual es un escándalo. Feminicidio, violencia física, psicológica y sexual contra mujeres y niñas se cuentan por miles al mes. No se puede ser más punitivo que cadena perpetua, que ya existe. ¿Qué hacer? Educar. Si no educas al niño, ¿qué esperas del hombre y de la mujer?
¿Dónde se están educando sexualmente a los niños y adolescentes peruanos? En internet. Pornografía de todo calibre que cosifica a las mujeres, promueve la violencia y crea toda clase de estereotipos y estímulos sexuales sin ningún valor o moral que los encamine. En dos años de pandemia, sin interacción física en el aula, no se ha formado a los niños en educación sexual. ¿Qué han consumido? Toneladas de pornografía. Ni una patrulla de padres, ni el mejor tipo de software evita que a tu hijo le pasen material porno por WhatsApp.
La tragedia está en que cuando más urge educación sexual integral, un grupo de ideología negacionista se opone. No hay una cosa llamada “ideología de género” en la escuela que pueda “homosexualizar” a tus hijos. Eso es falso. Lo real es la brutal violencia. Los que se declaran “provida” y “profamilia” tienen mucha más ideología negacionista y machista que todo el currículo y materiales educativos de la escuela pública. Son el verdadero peligro y son mayoría en el Congreso. 88 votaron por entregar derecho de censura a terceros sobre materiales educativos. Una acción ridícula, como todos los vetos, porque no pueden censurar internet.
Trabajemos por una educación que acoja en el amor y el respeto a cada uno de los niños que serán adultos. Sin estereotipos, sin descalificaciones, incluyendo a todos. Una educación sexual integral urge en la escuela. Quien no lo crea, que visite una comisaría o una prisión y que vea las consecuencias de no hacerlo.
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