Por Sandro Mairata | @CINENSAYOLat y @smairata
El poder del perro es un desconcertante nombre para una de las mejores películas del año. Jane Campion vuelve a colocarse en primera línea con esta sensible exploración de la masculinidad y sus fuegos intoxicados en un entorno de western. La directora de El piano (1993) reitera la complejidad de su mirada allí donde las piezas de su tablero narrativo no parecen presentar mayor desafío. No se dejen engañar.
Benedict Cumberbatch es Phil Burbank y Jesse Plemons es su hermano George. Phil es un ranchero hosco. George es sensible y también adinerado. La viuda Rose (recuerden ese nuevo gran rol de Kirsten Dunst) se enamora de George y llega con su hijo Peter (punzante Codi Smit-McPhee), un adolescente de maneras afeminadas. La presencia de Rose despertará sospechas de parte de Phil y las formas de Peter aumentarán la tensión. Todo esto en los extensos campos ganaderos de Montana en 1925.
Campion se toma su tiempo para escenificar este infierno; la guerra desatada por Phil y sus sentimientos (hoy fácilmente identificables como expresión del patriarcado) se presentan con inteligencia. No es un bruto, no es un troglodita. Es muchas cosas más que odia y desea con igual intensidad. La intrincada filigrana emocional de Phil es trabajada por Cumberbatch con impecable suficiencia. Y Plemons obtiene réditos al evitar mostrar a George como un pelmazo.
La destrucción emocional de Rose también impacta allí donde Peter se desliza sin un lugar definido entre los sentimientos de los tres adultos; solo queda izar banderas propias. Smit-McPhee, con roles de apoyo en filmes como X-Men: apocalipsis (2016), brinda una performance con una relevancia sorprendente, pero que hace sentido. Su amor será ante todo por la madre y luego por sí mismo, en ese orden.
La Montana imaginada por Campion para esta adaptación de la novela del mismo nombre escrita por Thomas Savage se sirve de la fotografía de Ari Wegner con un rol protagónico. La luz es aprovechada como heraldo de la tragedia y bálsamo en los momentos de tregua. Phil se verá obligado a confrontar sus problemas con Peter; la mano de Campion guía este acercamiento para proponer a la platea varonil una idea de cómo pudieran ser las relaciones masculinas en el siglo XXI a partir de esta fantasía de cien años antes.
Muchos encontrarán este discurso forzado, innecesariamente melodramático. Las vueltas de tuercas finales también son licenciosas, pero se requiere una diestra como la de Campion para no salir chamuscados en esta guerra de miembros viriles. De inmediato saltan las comparaciones con Secreto en la montaña (2005), pero lo de Campion ataca con gran estilo además el corazón del western como lo hiciera Los imperdonables (1992), la joya de Clint Eastwood. A ese nivel está El poder del perro.