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Opinión

La crisis como solución

“¿Tiene sentido pensar que solucionaremos nuestros problemas tomando el mismo camino que los produjo?”.

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El primer proceso de vacancia lanzado contra el presidente Pedro Castillo viene acompañado de una narrativa que aspira a justificarlo. Se dice que, visto el desastre que han sido estos primeros 120 días de gobierno, la mejor solución es volver a barajar las cartas y empezar otra vez. Elegir a un nuevo Ejecutivo porque el Perú no puede perder cinco años.

Es verdad que este gobierno es pésimo, que sus tropiezos, su improvisación, inutilidad e incapacidad de enmienda son monumentales, pero la solución que se viene discutiendo presenta varios inconvenientes. El primero y más evidente es la fractura de nuestro orden constitucional. Como se ha repetido, la vacancia es una institución extraordinaria, restringida y pensada para emplearse en coyunturas excepcionales y no como un mecanismo de control político cotidiano.

En nuestro ordenamiento, un mal gobierno no justifica una vacancia. Por eso, ninguno de los motivos expuestos en la moción de la congresista Chirinos encaja en el supuesto de incapacidad moral. De hecho, la democracia supone que los errores se corrijan dentro de un proceso de aprendizaje ordenado y a veces doloroso. Como recordó Juan Carlos Tafur, eso fue exactamente lo que pasó luego del infame primer gobierno de Alan García, que dio paso a treinta años de sensatez macroeconómica y de rechazo a alternativas populistas.

Pero si los argumentos formales no convencen, conviene pensar en términos prácticos y recordar que nada garantiza que el resultado de una vacancia sea un mejor Ejecutivo que el presente. Los promotores del actual proceso deberían hacer memoria para comprenderlo.

¿Adónde nos han conducido las anteriores vacancias? Justamente, a que los políticos más repudiados por la actual colisión vacadora llegaran al poder. ¿Quién subió a la presidencia luego de la salida de Pedro Pablo Kuczynski? Martín Vizcarra. ¿Quiénes lo hicieron luego de que Vizcarra fue vacado, luego del breve paréntesis de Manuel Merino? Francisco Sagasti y el propio Pedro Castillo.

La posibilidad de un nuevo gobierno peor, más improvisado y radical que el actual es altísima. Hasta ahora, al querer imponer su visión de la política a la fuerza –luego de fracasar en las urnas–, partidos como Fuerza Popular, Renovación Popular o Avanza País han terminado por materializar sus peores pesadillas. ¿Por qué tendría que ser distinto en este caso? ¿Algo garantiza que los electores no reaccionen airados, rabiosos por lo que volverá a parecerles un atropello? ¿Que escojan a alguien como Antauro Humala o Guido Bellido?

No se puede obtener resultados distintos repitiendo las mismas conductas. La profunda crisis que el Perú vive desde hace cinco años es en buena parte resultado de la enorme inestabilidad a la que ha sido sometida la presidencia de la República, de la ligereza con que, uno tras otro, nuestros presidentes han sido vacados u obligados a renunciar. ¿Tiene sentido pensar que solucionaremos nuestros problemas tomando el mismo camino que los produjo?