En la moción de vacancia por incapacidad moral que la congresista Patricia Chirinos ha planteado a poco de iniciado el Gobierno confluyen el enfado que un sector del país ha venido acumulando por los vaivenes y torpezas del Gobierno de Pedro Castillo con una rabia previa, que se remonta a las elecciones generales, concluidas con unos resultados electorales adversos. Chirinos dice que Castillo no puede seguir en el cargo porque es un “incapaz total para gobernar este país”, además de alguien que no sabe “distinguir entre el bien y el mal, entre lo legal y lo inmoral”.
Es verdad que, hasta el momento, el presidente ha demostrado una incompetencia oceánica, siendo largamente superado por un cargo con las responsabilidades prácticas y simbólicas de la presidencia de la república. Sus frecuentes tropiezos y crisis autoinfligidas han comenzado a traducirse en un repliegue de la aprobación presidencial. Sin un respaldo popular consistente, Castillo es mucho más vulnerable a una vacancia que si tuviera detrás a un importante porcentaje de los peruanos dispuesto a movilizarse y defenderlo.
¿Están estas consideraciones detrás de la moción de la congresista Chirinos? Lo dudo. Mi impresión es que, más bien, se trata de un esfuerzo por tomarle la temperatura al momento, por saber cuántos votos suma la vacancia el día de hoy e incluso cómo reaccionan los ciudadanos. De paso, está la intención de complacer a esos sectores –mayoritariamente limeños– que cuestionaron su victoria, se niegan a aceptarlo como presidente y aprueban su caída a cualquier precio. A pesar de su histrionismo, Chirinos ha lanzado un ensayo de vacancia sabiendo que fracasará.
Lo más aparatoso de la moción de vacancia lanzada por Patricia Chirinos no es su fuerza ni su capacidad para desestabilizar al Ejecutivo. Sí lo es que una institución constitucional dramática, excepcional como esta –pensada para casos extremos, de ningún modo como una herramienta corriente de control político– se haya presentado a poco más de 110 días de iniciado el Gobierno, activando a un Congreso que hasta ahora aparecía adormilado y anticipando lo que será una segura escalada de ataques parlamentarios.
A un Gobierno como el de Pedro Castillo, incapaz de gestionar sus contradicciones y limitaciones, dedicado a producirse incendios y crisis a sí mismo, lento de reflejos y poblado de incompetentes, ¿qué le espera ahora que las fuerzas de la oposición (en especial las más radicales) comienzan a activarse? ¿Qué nuevas crisis vendrán si Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País dejan de ser meros observadores, se desperezan y pasan a la ofensiva? Sometido a estas nuevas tensiones, ¿ofrecerá más razones a la inminente coalición vacadora?