La temperatura de nuestra política no ha dejado de aumentar desde que, este domingo, el presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, se lanzó contra el consorcio Camisea. Todo se agravó el miércoles cuando, ante la posible censura del ministro de Trabajo, Iber Maraví, acusado de haber pertenecido a Sendero Luminoso, anunció que interpondría una cuestión de confianza.
A solo dos meses de instalarse, el gobierno parece dispuesto a emplear uno de los mecanismos constitucionales más dramáticos y en teoría excepcionales. Lo haría para defender a un ministro cuyos vínculos con el senderismo y el Conare están largamente probados y que, si no hubiera pertenecido a la organización criminal más sanguinaria y nefasta en la historia de nuestro país, debería ser censurado por el reconocimiento exprés del sindicato Fenateperú y por la reciente difusión de testimonios para respaldarlo en las redes sociales de su ministerio, algo que constituye delito.
Pero, en el fondo, la supervivencia de Maraví importa poco. De hecho, el mismo Bellido, que ahora es capaz de ponernos al borde de una crisis constitucional, para defenderlo quiso sacarlo de su cargo hace un mes, cuando anunció en su cuenta de Twitter que había recomendado su renuncia para luego verse obligado a recular. Su opinión ha cambiado porque la censura contra Maraví es el motivo perfecto para empujar el proyecto autoritario que anida en el ideario de Perú Libre. La idea es elevar la tensión al máximo, bombardeando de cuestiones de confianza al Congreso para cerrarlo y gobernar por decreto, repartiendo dinero a manos llenas y modificando las leyes a su antojo, hasta obtener una mayoría absoluta en las nuevas elecciones parlamentarias y modificar la Constitución.
¿Qué papel juega el presidente Castillo en estas maniobras? Al principio daba la impresión de ser un gobernante timorato, aislado, sobrepasado por las responsabilidades y por los avances de Cerrón y Bellido, dedicados a confrontarlo y a llevarle la contraria. Pero los últimos días —sus idas y venidas sobre el empleo de la cuestión de confianza para defender a Maraví— van dejando en el pasado esa imagen para levantar otra más preocupante: la de un Castillo que ha hecho de su silencio y actitud apocada el maquillaje ideal para jugar en pared con sus socios en Perú Libre. Lo que haga en estas horas nos permitirá certificar de qué lado está realmente.
Ante esta amenaza, el Congreso aparece como el único dique de contención, con la vacancia como salida extrema al avance totalitario. Pero incluso la oposición presenta unas fisuras que la vuelven imprevisible. Por citar un ejemplo: ¿qué pasaría si el oficialismo ofreciera a José Luna Gálvez un pacto de impunidad junto con la promesa de reabrir su universidad? Horas dramáticas, de definiciones a varias bandas.