El único aporte del candidato George Forsyth a estas elecciones fue el neologismo “mismocracia”. La realidad peruana no dejó pasar la oportunidad de demostrarnos con estrépito que lo había escuchado. Uno de los dos ganadores de la primera vuelta era alguien que no figuraba, ni por asomo, en la lista de los “socios” de la discoteca. De hecho, jamás lo habrían admitido, de no ser por la votación de la mitad (acaso más uno) de los peruanos. El problema, para la otra mitad, es que esos votantes provienen de los lugares más pobres del Perú. Como decía el gran Cantinflas: ahí comenzaron las dificultades.
Las cuales se agravaron porque el ideario del partido Perú Libre, presentado a la ONPE, es un refrito trasnochado del marxismo de manual de Martha Harnecker. Una suerte de Reader’s Digest del proyecto autoritario y violento que ha sumido a países como Venezuela en el horror que vemos a diario en nuestras propias calles. Cuando el tipo que se coló en el exclusivo club se dio cuenta de que había ganado, y que con ese plan su Gobierno –en caso se confirme su triunfo– era inviable, comenzó a desdecirse e invitar a personajes moderados como el hoy popular lémur, Pedro Francke. Lo cual desató las iras de Cerrón.
Mientras tanto, en el otro bando Keiko Fujimori, al verse perdida, desató una campaña orquestada en torno a la narrativa del fraude. Azuzados por el pavor de un Gobierno comunista (pocos significantes tan vacíos y aterradores), buena parte de las élites de la “discoteca” pusieron sus considerables medios –económicos y mediáticos– al servicio de esa cruzada.
En esa barahúnda, está resultando muy difícil preservar la cordura. Los trastornos de ansiedad y el insomnio, que ya eran moneda corriente con la pandemia, se han intensificado a niveles enloquecedores. Desde el subsuelo, un superhéroe sin capa acudió en nuestro auxilio: el humor. Poco a poco aparecieron memes que graficaban la situación y exorcizaban nuestros fantasmas. Piensen en esa imagen de Keiko Fujimori sonriendo, con una sobreimpresión: “Me necesitas y lo sabes”. O esa de Pedro Castillo también sonriente: “Me caes bien, a ti te expropiaré al último”.
Esta “memecracia” –gracias Forsay– aparece en los chats con inusitada frecuencia. No hay que minimizar su importancia. Boris Cyrulnik, el gran teórico de la resiliencia, nos previene acerca de la importancia del humor para lidiar con el miedo y los relatos espeluznantes. Pues eso.