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Díganos, por favor, la verdad: ¿la primera vez que escuchó esta canción, se le enrojecieron los ojos y miró hacia otro lado para que sus amigos no se dieran cuenta de que usted estaba llorando?
Si no quiere confesarlo, no importa. Sigamos adelante.
“Alfonsina y el mar” es un homenaje a la joven poeta argentina Alfonsina Storni, quien se suicidó en 1938 en Mar del Plata, saltando al agua desde una escollera, aunque, según la canción, se internó lentamente en el mar.
“Alfonsina y el mar” es una zamba compuesta por el pianista Ariel Ramírez y el escritor Félix Luna, y fue popularizada por Mercedes Sosa quien la incluyó por primera vez en su disco Mujeres argentinas, en 1969.
“Si usted sigue negándose a recordar, escuche:
Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas hacia allá como en sueños,
dormida, Alfonsina, vestida de mar”.

Alfonsina Storni. Foto: Archivo.
Autora de poemas más dolorosos incluso que esta canción, Alfonsina Storni (1892-1938) fue una de las voces líricas más importantes de los años 20 y 30 en la literatura hispanoamericana. Su obra caminó desde el romanticismo hasta la vanguardia y terminó por expresarse en el modernismo crepuscular y mágico de la época.
Alfonsina, quien padecía de una honda depresión, sintió que el mundo se le vino encima cuando le diagnosticaron y por fin la operaron de un cáncer de mama en 1935. Entonces, tomó la resolución fatal. Dejó la habitación que ocupaba en un hotel frente al mar y se arrojó a las aguas. Antes, había escrito un poema llamado “Voy a dormir” que envió al diario La Nación.
En este último poema, asociado a la dramática decisión final de Alfonsina, se inspiró Félix Luna para escribir la letra de aquella canción que usted, seguramente, ya ha recordado. Con una imagen colmada de sueños se viste de mar la última hora de la poeta, y se evoca a una mujer bella mientras se va internando en el mar, sin volver la vista atrás.
Toda mi vida he creído en las leyendas y en lo que ven mis sueños. Por lo tanto, supongo que así debe de haber sido, aunque haya otras versiones más realistas. En todo caso, Alfonsina, antes de partir, escribió un poema, uno en cuyos fragmentos se lee:
“Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste…
Déjame sola…
para que olvides… Gracias… Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido”.
En la canción o en el poema de despedida, ¿hay algo que suene a subversivo? No lo creo. Y, sin embargo, cuando Mercedes Sosa la estaba cantando en La Plata, en junio de 1979, un pelotón de soldados invadió el teatro y fue apresada junto con todo el público que había ido a escucharla. Pudo haberse quedado mucho tiempo o tal vez haber desaparecido. Felizmente, una protesta internacional obligó a la junta militar de Jorge Videla a liberarla, y luego la expulsó del país.
He recordado la canción de Alfonsina porque la reacción gubernamental que se cuenta también se dio en Chile cuando de Víctor Jara cantó “Te recuerdo Amanda” y fue torturado hasta la muerte. Sin embargo, no tan solo en Argentina y en Chile; en todo el continente, hemos sufrido la paranoia y la brutalidad de mandatarios y mandones quienes siempre han odiado la música cuyos acordes acompañan un camino hacia la libertad.
Tal vez, los mandatarios y los mandones tenían razón. Las canciones de Mercedes Sosa, las de Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui, los Quilapayún y las de tantos otros juglares del pueblo, pese a la represión, suenan siempre del lado más subversivo y peleador, o acaso el más denunciante de nuestra alma silenciosa, la memoria. Y por eso, usted y nosotros la seguimos escuchando:
“Por la blanda arena que lame el mar
su pequeña huella no vuelve más.
Un sendero solo de pena y silencio llegó
hasta el agua profunda.
Un sendero solo de penas mudas llegó
hasta la espuma…
Alfonsina”.
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