No figuraba en el programa del 24 Festival de Cine de Lima que organiza todos los años la U. Católica. Y sin ser una película hizo se debut en esos días.
Se trata de la autonombrada Academia Peruana de Artes y Ciencias Cinematográficas (APACC) que se creó hace dos años con el mayor sigilo por un grupo cerrado de cineastas y que recién se dio a conocer públicamente el lunes 25 de agosto. Lo curioso no fue solo su lanzamiento sorpresivo, sino también que su reconocimiento se haya producido en menos de 24 horas por la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) del Ministerio de Cultura, el cual la presentó como la encargada de seleccionar las películas para los premios Óscar, Goya o Ariel. Es decir, como una institución que tendría la representatividad a nivel internacional del cine peruano.
En estos días lo que se llama la APACC ha sacado un comunicado en el que da una explicación, a su manera, de lo sucedido. Pero creo que lo que debe quedar claro son dos temas: el primero es si es posible como plantea el cineasta Francisco Adrianzén (y también mi hermano) que la Academia “debe de reformularse, replantearse en su totalidad e iniciar un proceso desde cero para constituir una nueva”. La segunda es aclarar cuál es el papel de la DAFO y en especial el de su eterno director en este asunto. Hasta donde se sabe Pierre Emile Vandoorne Romero, director desde enero del 2013 hasta la fecha, ha guardado un elocuente silencio respecto a si la DAFO reconoce o no a la APACC luego de este escándalo.
En realidad, el tema de la APACC es un escollo más que da cuenta de las muchas dificultades para hacer cine en el Perú. Uno de ellos es la última ley de cine que se promulgó mediante un decreto de urgencia en diciembre del año pasado, en un país que no estaba, como hoy, en emergencia, pero sí sin Congreso. ¿Cuál era el apuro o qué se escondía detrás de la decisión de sacar una ley sin debate ni consenso?
Según algunos, este apuro −y en lo que la DAFO jugó un papel significativo− se debió a que se quería beneficiar a los más importantes productores del medio local. Hay que tomar en cuenta que el año pasado se estrenaron 35 películas peruanas, todo un récord. La ley de cine no solo va contra los derechos de los trabajadores, sino también contra el mismo cine peruano al haber dejado de lado iniciativas claves como la Cinemateca Nacional y la Cuota de Pantalla, pese a estar cautelada, esta última, en el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y que es fundamental para garantizar el acceso de las películas peruanas a las salas de cine y otros espacios de exhibición. A ello se suma un misterioso reglamento del DU (la nueva ley de cine) que hasta ahora no se publica. ¿Por qué tanto secreto?
No se puede negar la importancia del cine para un país y para su cultura como también que exista una Academia de Cine, por eso, como dice Pancho Adrianzén lo ocurrido “tal vez sea la oportunidad para avanzar en la necesaria unidad del gremio, sin distinciones, conversando entre todos y empezando bien las cosas, sin tutelajes y sin padrinos”. Hoy la pandemia afecta seriamente a la cultura, es hora de avanzar todas y todos juntos.