Cualquier evaluación sesuda de esta pandemia lleva a concluir que las mujeres vienen siendo las más afectadas económicamente. Las mujeres representan el 67% de la fuerza laboral de los sectores turismo, hotelería y restaurantes, precisamente, las actividades más afectadas por la paralización de la economía. De acuerdo al propio Ministerio de Trabajo, del total de la Población Económicamente Activa (PEA) ocupada femenina, el 43% labora en el sector servicios, estamos hablando de más de 3 millones de trabajadoras que vienen luchando estos casi 100 días de crisis.
Uno de los sectores que, pese a ser indispensable en medio de las nuevas medidas sanitarias impuestas por el coronavirus, ha tenido un duro impacto en el trabajo de muchas mujeres es el de la limpieza pública. Los obreros de limpieza PÚBLICA (énfasis en esta última palabra) en Lima trabajan para una empresa privada. La consecuencia es sencilla: no cuentan con los mismos derechos que un trabajador en planilla, pero brindan todos los servicios, cual trabajadores públicos.
La Municipalidad De Lima, que dirige el alcalde Jorge Muñoz, viene culpando a gestiones anteriores y a los propios trabajadores de este sector, tal es así que busca culminar con un concurso para un nuevo servicio de limpieza en el que participen distintas empresas, dejando de lado los 25 años de trabajo de estas personas, que han mantenido el rostro de las calles de nuestra ciudad y no siempre bajo las mejores condiciones. Aquí me permito resaltar la importante labor del Sindicato de Trabajadores Obreros/as de Limpieza Pública de Lima (SITOBUR), quienes han venido enfrentándose a numerosos abusos, incluso en procesos ante la Corte Suprema.
Hoy en día, nadie les garantiza estabilidad en el trabajo, no les dan implementos de seguridad y mueren atropellados ante la indolencia de las personas que aún no comprenden la importancia de este servicio. El gobierno ha callado sobre los trabajadores y trabajadoras de limpieza pública, quienes tampoco han recibido un bono u apoyo, pese a estar en la primera línea de batalla.
Necesitamos más sindicatos que permitan pelear por la formalización, por los derechos y contra nuestra precaria estructura laboral. La tercerización de este tipo de servicios debe ser eliminada, pues viene siendo, en la práctica, una gran lavada de manos para un Estado que no quiere reconocer la importancia y el valor de la vida y el trabajo de estas personas que vienen asumiendo en carne propia los costos de la crisis.