¿El actual Congreso y el Ejecutivo actúan de manera populista? El debate suscitado a raíz de los renovados enfrentamientos entre el Congreso y el Ejecutivo ha llevado a que la etiqueta de populista ya no solo se use con el presidente, sino que ahora acompañe también al Parlamento. Cuando se le ha endilgado al primer mandatario, se ha argumentado que este solo actúa para mantener su nivel de aprobación en las encuestas. En este tipo de discurso, buscar ser “popular” es ser populista.
En el caso de los miembros del Legislativo, se les viene etiquetando de populistas por leyes promulgadas que se consideran antitécnicas, en particular, en lo económico, y que están orientadas a buscar el respaldo ciudadano de cara a las elecciones del 2021. La búsqueda de apoyo popular, la preocupación de qué indican las encuestas se da en una gran diversidad de agrupaciones y formaciones políticas de diverso signo ideológico. Por otro lado, varias de las decisiones del Congreso parecen responder más a lobbies específicos que a la voz del pueblo. Es cierto que hay medidas, tanto del Legislativo como del Ejecutivo, para captar apoyo, pero eso es solo un afán de usar el sentimiento popular a favor de intereses grupales.
El populismo es, en primera instancia, una ideología, no un recurso. Como señalan las investigaciones al respecto, una ideología ligera en contraposición a ideologías más elaboradas como el liberalismo o socialismo. Una ideología a la que se le denomina “ligera” porque alude más a una forma de entender y comportarse en política, que suele combinarse con ideologías más elaboradas y/o posiciones específicas hacia ciertos temas. Por ejemplo, el populismo de derecha en Europa suele estar asociado a actitudes xenófobas y el populismo de izquierda en América Latina, a una búsqueda de mayor participación del Estado en la economía. Hay tanto populismos laxos como austeros con el manejo fiscal. Pero lo más importante es que, si bien el concepto de populismo, en la academia, ha estado sujeto a un largo debate, lo que se suele conocer como el enfoque ideacional ha ido ganando espacio. El mismo plantea tres componentes del populismo. La valoración de “la voz del pueblo”. Un pueblo indefinido en su composición, pero potente en su demanda y peso simbólico. La existencia de una élite que se representa como corrupta y movida por el beneficio propio y, lo que considero más importante, una lógica maniquea que divide la política en dos, buenos y malos, sin matices. Los que no piensan como uno, son los enemigos.
¿Eso está en el discurso de los diferentes grupos parlamentarios? Puede que en alguno de ellos, pero no en el conjunto. Si escucharan la voz del pueblo estarían avanzando con la reforma política. Para muchos, ellos son la élite corrupta. ¿Está en el discurso del gobierno o de Vizcarra? Tampoco. No le gustarán algunas críticas, pero no observo maniqueísmo. Su enfrentamiento con el Congreso es con relación a medidas específicas, no habla de una partidocracia como si lo hacía, por ejemplo, Alberto Fujimori. El populismo es algo más complejo y acá, a falta de recursos, la demagogia es un recurso fácil.