"Es horrible", jadea Cristian, un migrante venezolano que, con una enorme maleta al hombro, esconde el rostro y el apellido, pero evidencia su frustración ante el bloqueo del paso fronterizo de Desaguadero, que conecta Perú y Bolivia.
En esta zona del altiplano andino, en el sur del lago Titicaca, desde principios de enero, campesinos aimaras impiden el tránsito por el puente internacional reclamando la renuncia de Dina Boluarte, quien asumió la presidencia de Perú en diciembre, tras el fallido intento del mandatario izquierdista Pedro Castillo de disolver el Congreso y gobernar por decreto.
En Desaguadero, una localidad emplazada sobre la línea fronteriza binacional, la falta de combustible y algunos víveres han vuelto sombrío el escenario para los venezolanos, que buscan llegar a Chile o a Argentina pasando por Bolivia, y para los haitianos, que dejaron Chile y van rumbo al norte de América.
"Es horrible, no te dan paso, te quitan la plata en cada frontera en que te paras, no te permiten la ayuda. Aquí, donde estoy, he pedido ayuda diez veces para poder pasar el bolso y no me dejaron", dice Cristian del lado peruano de la frontera, a más de 3.000 kilómetros de Argentina, su país de destino.
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Desde hace varias semanas, cerca al paso fronterizo hay colas interminables de camioneros varados, que improvisan ollas comunes junto a los neumáticos enormes de sus vehículos. Cristian los ve a lo lejos, mientras intenta con su compañera seguir avanzando.
En la zona, lamentan la muerte, en las últimas semanas, de siete inmigrantes haitianos varados en Perú frente a la frontera con Bolivia, seis de ellos en Desaguadero, según informó Acnur.
El centro médico rural "ha colapsado", explica a la AFP el médico José Alberto Capaquira y señala que, entre enero y la primera semana de febrero, una veintena de haitianos fueron atendidos y algunos "lamentablemente han fallecido".
Entre las causas de muerte, cita básicamente "el mal de altura", la imposibilidad del organismo para adaptarse a la falta de oxígeno de las alturas. Pero también menciona edemas pulmonares e insuficiencias respiratorias.
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En esta zona de los Andes sudamericanos, a 3.800 metros sobre el nivel del mar y con temperaturas extremas entre los 3 y los 14 grados Celsius, los migrantes arrastran sus maletas y agradecen a la gente local que los ha recibido con un plato de sopa caliente o les ha dado algo de abrigo.
"Nos enteramos de que algunos haitianos habían muerto porque ya no tenían dinero, a otros los habían estafado, aparte de las mordidas (sobornos) que les dan", cuenta un peruano voluntario en una iglesia de Desaguadero, que no quiere dar su nombre ni hablar ante las cámaras por temor a represalias, dado que la policía es señalada por pedir los peores sobornos.
"Como estamos en una anarquía, el alcalde no puede hacer nada por los piquetes, la gente del entorno que bloquea las carreteras no lo obedece, no hay policías, no hay fiscales, entonces la situación de los haitianos fue terrible. Encima, las mafias les cobran 200 dólares para pasarlos" por la frontera, apunta.
Incluso entre los camioneros, familiarizados con la ruta, el clima y la altura, hay varios enfermos. "Hay algunos compañeros que se encuentran ya mal de salud por las inclemencias del tiempo, la lluvia y el frío", dice Gregorio Ramos.
A lo lejos, Cristian y su compañera cruzan un piquete y luego una barricada, pasan al costado de una protesta de campesinos contra el gobierno peruano y retoman la ruta, un camino que se pierde en el paisaje de cimas hacia Bolivia.