Un grupo de 43 mujeres de Argentina, Paraguay y Bolivia, denunció en septiembre de 2021 a la organización ultraconservadora católica Opus Dei ante el Vaticano por trata de personas, explotación y reducción a la servidumbre.
Los encargados de la entidad les decían que tenían “vocación de santas”, que estaban llamadas a “servir a Dios” y las imponían hasta 15 horas de trabajo, recogió el portal BBC.
Además, las víctimas permanecían aisladas en las residencias, con una rutina de oración y mortificaciones que incluía ducharse con agua fría y autoflagelarse.
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Las mujeres, que no acudieron todavía a la justicia a la espera de recopilar más testimonios y pruebas, exigen una reparación económica y un reconocimiento público de la Iglesia Católica, según el abogado de las demandantes.
Fueron reclutadas entre familias de bajos recursos cuando tenían entre 12 y 16 años y las trasladaron a la ciudad de Buenos Aires en las décadas de los años 70, 80 y 90 con la promesa de brindarles formación educativa.
Sin embargo, denunciaron que recibieron capacitación en quehaceres domésticos y las hicieron trabajar sin salario para integrantes de alta jerarquía y sacerdotes de la obra fundada por el cura español y santo Jose María Escrivá de Balaguer.
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La acusación presentada por las 43 víctimas ante las autoridades del Vaticano afirma que “hubo un plan proselitista” y que “lo hicieron con el conocimiento y consentimiento de las personas que ostentaban las facultades de organización y control”.
Por su parte, el Opus Dei se defendió de la denuncia. “No ha habido ninguna denuncia laboral formal en los últimos 40 años”, dijo el organismo a la BBC. “Y tampoco desde que se han realizado las acusaciones públicas, habiendo transcurrido casi un año (desde las denuncias) y a pesar de que la Prelatura siempre estuvo a total disposición de la Justicia”, añadió.
Alicia Torancio, una de las denunciantes, ingresó a la orden religiosa detrás de una hermana mayor que hoy también se sumó al reclamo de justicia.
Entró en 1994 con 16 años y salió en 2007, cerca de cumplir 30. Dedico 13 años de su vida al servicio del Opus Dei. En la actualidad, a los 44, las huellas de lo que experimentó todavía están vigentes.
“Los últimos seis años estuve sumergida en una depresión terrible, ellos me trataron con psiquiatras de la obra y tuve un intento de suicidio. Me decían que esa era mi cruz, lo que tenía que pagar por los pecadores, y que con mi sufrimiento estaba sosteniendo las labores apostólicas. Solo me dejaron ir cuando no servía más para trabajar”, confesó Torancio, natural de Mercedes, ubicado a 700 kilómetros de Buenos Aires.
Según la mujer, relató que a los 15 años y a través de su hermana consiguió trabajo en una residencia de varones perteneciente a la obra. Como estaba sola en Buenos Aires, le ofrecieron alojamiento en una residencia de mujeres, donde estaban las muchachas que estudiaban en el Instituto de Capacitación en Estudios Domésticos, el ICIED, “la escuela de mucamas”.
“Cuando llegas ahí te empiezan a hacer la cabeza. Te dicen que tienes vocación para ser santa, que puedes aportar al mundo a través de tu trabajo y que vas a ayudar a cambiar el mundo. Y yo era muy idealista”, lamentó Alicia.
Tras ser admitida en la obra, recibió una liga de alambre con puntas, el cilicio, y un látigo con un manojo de sogas trenzadas y enceradas. Aún posee las cicatrices del cilicio en el muslo.
“Te infantilizaban todo el tiempo. Tenías que pedir permiso para las cosas más tontas y no tenías dinero para manejarte”, recordó Torancio.
“Tienen que reconocer públicamente lo que hicieron con nosotras”, reclamó Alicia, en nombre de las 43 demandantes. “Hay mujeres mayores con muchos problemas de salud, por tanto trabajo y que ni siquiera pueden jubilarse”, concluyó.