El debate lo abrieron Dina Boluarte y Patricia Juárez, candidatas a vicepresidentas, hablando sobre la reforma del Estado. Es el terreno principal de la polarización, pues Pedro Castillo desea un nuevo contrato social y Keiko Fujimori no. Considerando la voluntad de cambio del electorado, pretensión que explica precisamente el encumbramiento de un candidato antisistema, Juárez perdió una oportunidad. Pese a decir que había un Estado fallido, indolente, motivo de indignación, no dio la impresión de que Fuerza Popular lo transformaría radicalmente, sino que desplegaría medidas eficaces: simplificación administrativa, fortalecimiento de las capacidades del servidor público, gobierno digital –toda gestión al alcance del celular– mejoría de los servicios estatales, títulos de propiedad. Está bien, pero diríase que es insuficiente.
Boluarte, en cambio, sin desplegar un menú de acciones, dijo que Perú Libre aspiraba a una reforma política, económica y del sistema de justicia, con el punto de partida de una Asamblea Constituyente. Y luego se dedicó a propinar puyazos a su adversaria. Así, sin mayor esfuerzo, pudiera haber sintonizado mejor con el ánimo del elector. Esta parte necesitaba en Fuerza Popular alguien más político que tecnócrata, que explicara cómo hacer funcional a un Estado fallido, sin necesidad de recorrer el sendero de confrontaciones que plantea Perú Libre. El mecanismo de una asamblea nacional no está previsto en la Constitución, y requiere de una intensa lucha política, movilizaciones, desgaste, todo lo necesario para que la calle se imponga. Aun si el proyecto de Castillo fracasara, desde el gobierno, en su ruta hacia un modelo autoritario, el interregno conflictivo podría no ser deseado por los indecisos que definirán las elecciones. Juárez no habló de esto.
El contraste se produjo en el bloque que siguió. Luis Carranza expuso en forma creíble los objetivos para lograr una reactivación económica y la manera de hacerlo, contra una hueca, pobrísima disertación de su oponente. Juan Pari fue panfletario y por momentos cantinflesco. Como cuando aceptó, y a la vez no aceptó, que la economía podía estar cerrada al mercado externo, según plantea Perú Libre (Carranza había advertido que subirían los precios de los alimentos importados, que son de primera necesidad). No es que Pari tenga la molleja dura o le falte habilidad para los detalles. Dio la impresión de que no tuvo nada que decir, o que no deseó hacerlo, para no alarmar demasiado. Fue, en todo caso, lo peor de la noche para su tienda.
En otro tema fundamental como la salud y el combate a la pandemia, no llega a entenderse que Fuerza Popular haya escogido para representarlo a José Recoba, un pediatra especializado en dar consejos de lactancia a las mamás por televisión. Gran tarea, pero el auditorio era de familias desgarradas por la ineficacia de la salud pública. Si querían reemplazar a Ernesto Bustamante, su mejor especialista –quien se desgastó en el enfrentamiento con la administración de Martín Vizcarra– pudieron haber escogido a otra autoridad médica. No a un comunicador de la salud.
En fin, Recoba empleó sus dotes para administrar pastillitas de fe, puro sentimiento, y no dijo cómo el gobierno de Keiko Fujimori haría el mejor Ministerio de Salud de nuestra historia. Eso desea la gente. Achacó a la ineptitud pública –”mala gestión, mala gestión, mala gestión”– los bajos estándares de salubridad, olvidándose de las medidas que cambiarían la situación. El médico del Estado Hernando Cevallos, de Perú Libre, mostró una mejor visión general de la problemática, aunque sin mostrar un plan. La emergencia sanitaria peruana necesitaba de los contendientes electorales un esfuerzo de detalle como el que desplegó Carranza en su bloque. Ninguna de las partes lo hizo.
El exfiscal Avelino Guillén perdió su debate al priorizar al tema de la prevención del delito sobre el del combate, ahora mismo, contra la delincuencia. Rospigliosi no tuvo inconveniente en sobrepasarlo. Lo mismo podría decirse del exministro de Vivienda Carlos Bruce, quien confrontó con Andrés Alencastre, un experto en agua de la universidad La Molina. El uno hablaba de papas, construir viviendas de interés social, con metas específicas, y el otro de camotes: la demarcación territorial, la autoconstrucción, no hacer nada sin antes consultar a las sociedades. Visiones válidas de dos especialistas en temáticas diferentes.
El último bloque, sobre medio ambiente y sostenibilidad, destacó por la falta de contenido en ambas exposiciones. El espacio invitaba a abordar uno de los mayores dilemas del Perú actual: la adecuada explotación de sus grandes recursos mineros, algunos trabados por conflictos sociales. Fue omitido por ambos lados. Celeste Rosas, una especialista en primera infancia, y Nano Guerra, experto en pequeñas empresas, ofrecieron generalidades y buenos deseos, lo que llama más la atención en el segundo, pues dirigió el plan de gobierno de Fuerza Popular. Al punto que Guerra terminó hablando de su especialidad, el emprendedurismo. Y en algún momento parecía que Celeste Rosas nos iba a leer lo que decían los astros.
Claro que hay expositores que prefieren ir al corazón o al gusto de la gente, evitando atosigarlas con cifras y líneas de acción. Pero ciertos vacíos del debate parecían proceder más bien de la improvisación. Claramente la falta de propuestas es un flanco débil de Pedro Castillo, al punto de que el plan de Perú Libre, con la firma y la foto de Vladimir Cerrón, sigue siendo el principal referente. Por eso mismo son llamativos los defectos de Fuerza Popular, que tantos años lleva preparándose para gobernar.
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