Con la recopilación de datos novedosos, de buen humor, y dialogando con el lector como si fuera un amigo de toda la vida, Javier Ponce Gambirazio cuenta varios episodios del país, de la sociedad, de la comunidad LGTBI. Cronista de pluma afilada, avisado, enteradísimo, no se calla nada en su libro Crónicas maricas (Planeta, 2023). Por esas páginas, donde se dan la mano el periodismo, la sociología, la psicología y lo cultural, desfilan Javier Temple, Jossie Tassi, Coco Marusix, Jaime Bayly, Chocco, la Chola Chabuca, y se muestran también marcas indelebles de nuestra sociedad, como la dictadura de los 70, el regreso a la democracia, la violencia terrorista, Fujimori, etc. Sin maquillaje, con el brillo de los recuerdos personales, Ponce nos hace un recorrido personal y colectivo del Perú con lentejuelas.
¿Cómo es posible hablar hoy de una comunidad LGTBI cuando hace pocas décadas atrás era común el escarnio, la burla, la discriminación? ¿Cómo se pasó del pecado, de la enfermedad, al estado actual?
En el libro he escrito ese paso paulatino, lento, de cómo se comienza el siglo XX con reuniones privadas violentadas por la policía. Y cómo personajes importantes, como Valdelomar, por ejemplo, que había sido director del diario El Peruano y embajador del Perú en Italia, por un simple dicho de alguien, que le grita maricón mientras está dando un discurso, pierde todo lo que había construido en su vida. Ser homosexual a comienzos del siglo XX era algo que te podía destruir la vida y había que ocultarlo y vivirlo en la marginación. Fue un pecado por mandato de la religión. Fue luego un delito, un crimen. Pasó a ser, a mediados de siglo, una patología. Es decir, se nos trataba como enfermos. Y en algún momento esto va cambiando. Con la aparición del sida se retrocede mucho lo que a nivel mundial se avanza. En el Perú seguíamos escondidos y sucedía lo mismo que a comienzos de siglo, ser homosexual te destruía por completo y hacía que perdieras tu familia, tu trabajo, tu mundo académico, laboral, familiar.
Pero entonces, ¿el Perú cambió o es que el mundo cambió?
El mundo cambió. Pero justo cuando el mundo estaba cambiando, el Perú se aísla con la dictadura de los militares. El gran movimiento gay en el mundo es a comienzos del año 69, con los hechos de Stonewall, revuelta en los EEUU, en el que la gente decide no más irrupción policial en las discotecas. Y nosotros estábamos cerrados a lo que sucedía en el mundo. Porque la dictadura militar, que se llevó muy bien con la Iglesia católica, estaba de acuerdo en prohibir todo tipo de contenidos extranjeros que pudieran desviar las líneas de esa revolución. Entonces, los discursos de libertad, el discurso gay, el discurso del feminismo, todo lo que significaba libertad era prohibido.
¿Fue contraproducente para las libertades sexuales por ser una dictadura de izquierda?
Creo que si la dictadura fuera de derecha, hubiera sido igual. La dictadura comienza siendo de izquierda con Velasco, pero termina siendo casi una dictadura de derecha con Morales Bermúdez. Lo que tienen en común las dictaduras es que aborrecen la libertad. Y lo que tienen en común con la Iglesia católica es que aborrecen la libertad porque quieren controlar tu vida individual. Y cuando se acaban los 12 años de dictadura y regresa la democracia, hay una democracia precaria, atacada por Sendero Luminoso, económicamente inestable, que igual permitió que algunas cosas sucedieran, aunque fue lentamente abriéndose la ventana. Me refiero a la llegada de artistas extranjeros que nos dieron una visión distinta de ser homosexual, como los bailarines de Rafaella Carrá, Raphael, Menudo, Village People. Y, luego, aquí se publicaron revistas a inicios de los 80, heterosexuales, pero que tenían contenido homosexual. Estas revistas también dan a conocer por primera vez la palabra gay. Y comenzamos a llamarnos a nosotros mismos y a reconocernos, ya no bajo etiquetas que habían resultado insultos, como maricón, chivo, rosquete, homosexual (un término médico), sino como gay, que reivindicaba la libertad porque había sido utilizado en EEUU para las revueltas de Stonewall. Y luego los medios de comunicación fueron lentamente abriéndonos la ventana hacia lo que finalmente sucede a fin del siglo XX, con un personaje en la televisión como La Chola Chabuca.
Pero antes, en la TV hubo programas estigmatizantes. Programas cómicos con sus escarnios y burlas.
Los programas cómicos difundían un estereotipo, que era el referente que teníamos y tenía la gente de lo que era ser gay. Un padre que descubría a su hijo homosexual automáticamente pensaba que iba a ser al que agarraban a golpes en el programa cómico, la travesti en la avenida Arequipa o la peluquera de la esquina. Esas eran las tres referencias que se manejaba. Uno mismo decía qué cosa soy, qué va a pasar con mi vida. No había de referente una persona que era abogado, economista, etc.
Lo cierto es que muchos LGTB se refugiaron en peluquerías y discotecas…
Para ser peluquero necesitabas tener alguna habilidad con las manos, lo que no todos los homosexuales tenemos, o medios económicos. Había muy pocas alternativas en ese momento para vivir una vida gay pública, sin ocultarla. Y, bueno, las discotecas fueron un espacio que aparece ya con un poco más de fuerza en los 80, igual atacados por las municipalidades y la policía, pero espacios propios en el cual sentíamos que por lo menos ese era nuestro sitio, también lugar de encuentro con otra gente de diversos orígenes sociales, económicos, culturales, etc. Un lugar anárquico, donde lo único que nos unía fue que éramos gay. Y eso nos permitió generar una cultura paralela, con nuestros artistas, giros idiomáticos, manera de vestir, música, insultos, jergas y personajes adorados y queridos. No permitió organizarnos porque nunca fuimos muy organizados.
En el libro haces un recorrido por varios lugares y das a conocer a Marusix, Javier Temple, la Chola Chabuca, ¿a quiénes consideras imprescindibles en esta movida?
Sería arbitrario porque creo que los visibles fueron, por supuesto, Marusix, Bayly, Javier Temple. Hay muy visibles para nosotros dentro de la comunidad, pero no para afuera. Por ejemplo, Juan Carlos Ferrando era muy visible para nosotros y se hizo público cuando el padre murió. Jossie Tassi fue una persona muy valiosa para nosotros, para el interior, no para afuera. La Chola Chabuca, Ernesto Pimentel, sí estuvo en medios. Yo creo que fue una combinación de caras visibles, con caras invisibles. Creo que fue un movimiento grupal, pero de muchos gestos individuales.
" Fue un pecado por mandato de la religión. Fue luego un delito. Pasó a ser, a mediados de siglo, una patología. Es decir, se nos trataba como enfermos”.
¿La labor de ONG tuvo algo que ver con la evolución del movimiento?
Es innegable el papel que tuvo Vía Libre en la lucha contra el sida, junto al MHOL, pero no significaron ningún acompañamiento y ayuda para nuestra vida diaria y la lucha por nuestros derechos y visibilidad. No fue trabajo de ellos. No te voy a decir que no les interesara, simplemente en ese momento la prioridad para lo que estaban haciendo o para lo que recibían de afuera, era otra. No fue una lucha de ONG y organizaciones. Ellos han aparecido a poner la sigla LGTB y bandera de colores, ya en el siglo XXI, cuando no había mucho peligro, digamos. Sí, hubo gestos sectarios. Hubo gente que intentó acudir a ellos por ayuda, cuando los botaban de casa, y ellos no podían hacer nada, no tenían ni los medios o estaban ocupados en otra cosa.
¿Izquierda y derecha han contribuido a la marginación y violencia contra los gays?
Ninguno de los dos lados, ni la derecha ni la izquierda, ayudaron en nada. La izquierda luego ha salido a enarbolar la bandera de colores, pero durante el tiempo que hirvieron las papas su comportamiento fue el contrario. Los ideales de la izquierda han tenido imágenes absolutamente nefastas, al igual que las imágenes de la religión que es la piedra en el zapato de la derecha. Ambos lados han contribuido a la persecución de la que hemos sido nosotros objeto.
Has hecho documentales sobre Sarita Colonia, sobre Lucha Reyes, pero no sobre un ícono LGTB. ¿Por qué fue eso? ¿Era más rentable tocar otros temas primero?
No, yo nunca he hecho algo por lo rentable. En el documental de Lucha gasté 30.000 dólares de mi dinero, el Estado no me puso un sol en ese documental y perdí plata. El de Sarita Colonia también lo hice con mi dinero. Nunca he recibido un sol ni del Estado ni de organización alguna, ni tampoco he podido vender esos documentales, ni han aparecido en el cine. Mira, siempre he manejado el tema gay, travesti, LGTB, como se quiera llamar… Soy una persona que veo una necesidad y me pongo a hacerlo. Un día me doy con la necesidad de tener un documento que registre la historia de los homosexuales en este país, y he estado 6 o 7 años investigando y trabajando en ello, además que todo lo conozco de primera mano.
En hacer este trabajo de cronista, ¿te ha influenciado algún autor? En algunas crónicas veo cosas de Pedro Lemebel.
¿Influencias? Uno puede tener, pero lo que he intentado a la hora de escribir es recoger la manera en la que hablábamos nosotros en esa época, una manera de tratarnos, tosca, femenina, juguetona, con insultos, con bromas, y es la manera en la que Lemebel a la hora que escribe sus crónicas también registra. Creo que no ha sido influencia de Lemebel sino una manera de registrar nuestros giros, nuestra manera de hablar. Era una manera de también aliviar el insulto y convertirlo en un juguete.