Cultural

El acento en la diferencia: un conjunto de cuentos y crónicas desde una mirada LGBTIQ

Con prólogo del editor Juan Carlos Cortázar, estos nueve textos ofrecen una mirada fresca, dulce y brutal de lo que significa celebrar una diferencia en el Perú.

El acento en la diferencia es el proyecto ganador de Estímulos para la Cultura 2020 del Mincul. Foto: Campo Letrado Editores
El acento en la diferencia es el proyecto ganador de Estímulos para la Cultura 2020 del Mincul. Foto: Campo Letrado Editores

En su Historia de la literatura gay, de 1998, el poeta británico Gregory Woods afirmó que “por medio de la identificación con unos textos culturales que aparecen como afirmativos, los homosexuales descubrieron un refugio para su autoestima frente al continuo ataque moral y encontraron, asimismo, materiales con los que justificarse a sí mismos ante los otros y también ante quienes pensaban que la mera existencia de los homosexuales, por no mencionar su conducta, era injustificable”.

Bajo esa misma lógica, a pesar de estar ya más que instalados en el siglo XXI, la afirmación de Woods se mantiene vigente en cuanto a que, por extensión, la escritura sobre el mundo LGBTIQ (sigla compuesta por las palabras lesbiana, gay, bisexual, trans, intersexual y queer) involucra de manera casi irremediable al autor con su obra. Es decir, pensar en una literatura gay o en una literatura LGBTIQ implica, sino directamente la exposición, al menos la curiosidad por precisar detalles de la vida privada del autor.

Juan Carlos Cortázar, editor de El acento en la diferencia. Escribir en el Perú desde una mirada LGBTIQ, lo explica mejor: “Sería muy raro (hasta impropio para algunos) que un periodista cultural pregunte a un autor heterosexual sobre sus orientaciones, sus prácticas o los procesos personales que ha vivido en relación con su vida sexual o con su identidad de género. Ello es, en cambio, moneda frecuente para quienes escriben sobre temas LGBTIQ, sobre todo si perteneces a dicha población”.

El acento en la diferencia. Foto: Campo Letrado Editores

El acento en la diferencia. Foto: Campo Letrado Editores

En El acento en la diferencia, título que hace referencia no al afán de segregar, sino a resaltar las particularidades que configuran una identidad, podemos encontrar nueve textos, entre crónicas y cuentos, en donde la orientación sexual y la identidad de género en algunos casos enmarcan y en otros resultan ser el detonante para el desarrollo de cada historia.

Es así que las voces de Gimena Vartu, Erika Almenara, Antonio Fortunic, K Luy de Aliaga, Javier Ponce Gambirazio, Sergio Galarza, Claudia Salazar Jiménez, Jorge Alejandro Ccoyllurpuma y Gabriela Wiener interactúan para conformar un compendio de circunstancias que dan cuenta de una cotidianidad a veces sublime, pero siempre brutal.

En este libro, editado por Campo Letrado y que es además el proyecto ganador de Estímulos para la Cultura 2020 del Mincul, desfilan alumnas y profesoras, héroes y villanos, padres e hijos, lesbianas y gays, travestis y transexuales, embarazadas y futbolistas, bares y discotecas, agrupados, sobre todo, por una preocupación estética y no únicamente por la bondad de visibilizar una realidad que responda a algún activismo. Los textos, lejos de buscar una corrección (o incorrección) política, responden a las capacidades narrativas de cada autor y a la propia coherencia interna del relato, sin necesidad de apelar a la afinidad sectaria de los integrantes de la comunidad. En otras palabras, los textos se defienden solos.

A través de las páginas podemos encontrar dos elementos que atraviesan el libro de principio a fin: el deseo y la violencia. Pasamos de una idealización entre pueril y perversa hacia la figura de la maestra, al aprovechamiento de la tensión sexual entre dos hombres que conduce a uno de ellos a la fatalidad de la horca. Por un lado, una reelaboración de las fijaciones afectivas entre el experto y el aprendiz que desemboca en el desarrollo unilateral de la pulsión sexual. Por otro, la utilización del apetito reprimido para castigar al opresor y la reivindicación del oprimido por intermedio del sometimiento erótico.

Presentación de ´El acento en la diferencia´. De izquierda a derecha: Antonio Fortunic, Gimena Vartu, Juan Carlos Cortázar y Javier Ponce Gambirazio. Foto: Facebook de Campo Letrado Editores

Presentación de ´El acento en la diferencia´. De izquierda a derecha: Antonio Fortunic, Gimena Vartu, Juan Carlos Cortázar y Javier Ponce Gambirazio. Foto: Facebook de Campo Letrado Editores

También tenemos al hijo que explora en la figura del padre el autodescubrimiento de su propia sexualidad que se confunde entre el orgasmo y la culpa, y la golpiza a un muchacho perdido en un cantina que tuvo la mala suerte y el descaro de tocarle los bíceps a otro muchacho igual o más confundido. O un recorrido por los bares limeños noventeros en donde, entre el conflicto armado interno y la homofobia, los homosexuales salían a vivir ese pedazo de ilusión de que la ciudad entera era suya. Porque quedarse encerrado no era una opción, porque “el clóset tiene distintas profundidades, diferentes niveles de oscuridad”.

La violencia llega a su pico más alto cuando un grupo de jóvenes golpea a un travesti y no descansa hasta arrancarle las tetillas y dejarle clavado el tacón en el cráneo. Aquel ensañamiento esconde una brutalidad patológica que se ve reflejada en el afán de venganza, porque resulta “una lástima que todos los cab*** tengan que pagar por el que te ca***”.

Otro tipo de violencia comprende también esta antología, una que se desprende de un índice alzado que señala al diferente y lejos de celebrar la particularidad, lo encasilla en ese apartado ambiguo de lo raro, de aquello que funciona de manera subrepticia y se mantiene relegado a la oscuridad. Y para finalizar, corona este compendio la arrechura, la erección del hincha que se inflama al ver a su portero favorito en un campo de fútbol al lado de otros 21 deportistas atléticos y empapados en sudor, y la voracidad erótica de una mujer embarazada que piensa todo el día en sexo, incluso cuando está su madre, y se concibe como “una terrorista de la institución familiar”.

En suma, el libro puede resultar sorpresivo por su heterogeneidad para quienes no han abordado las diferencias fuera de lo heteronormativo, pero, sobre todo, es una grata sorpresa la calidad de los textos y el cuidado en los detalles, que es al fin y al cabo garantía de alta literatura. Dice Juan Carlos Cortázar al final del prólogo que, a doscientos años de vivir como República independiente, esta antología puede contribuir a que “el deseo en todas sus variedades no esté nunca más ausente del esfuerzo por construir una nación”. A ello se podría añadir el anhelo de que cada uno de estos cuentos y crónicas marque la diferencia.

Calificación: 3.8/5