Augusto Higa Oshiro, escritor peruano singularísimo, descendiente de japoneses, falleció la madrugada del último viernes 28 de abril
a los 76 años, aquejado por un intempestivo cáncer. En noviembre de 2021 concedió su última entrevista. La publicamos ahora como un homenaje a su memoria y a su obra irrepetible.
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Muchos autores dicen que la infancia es donde se aprenden las experiencias más importantes de la vida y que definen a una
persona. ¿Qué es lo que más recuerdas de tu infancia?
El barrio. El barrio porque yo vivía en la calle Huancavelica, detrás de la iglesia de Las Nazarenas. Más o menos por donde está el Mercado La Aurora. Ese es un barrio popular, lleno de callejones y sobre todo de cultura criolla, y eso es lo que más ha influenciado en mí; o sea, la cultura criolla. El acervo cultural criollo. Yo soy un descendiente de japoneses con marcadas huellas de criollismo.
¿Había muchos nikkei en ese barrio?
Sí, cada uno tenía un restaurante, panadería, hojalatería y vivían de esto.
¿Y tus padres a qué se dedicaban?
Tenían una cafetería, vendían desayunos.
Hace algunos años, en una entrevista mencionaste una frase muy interesante. Dijiste que “la belleza existe a pesar de lo grotesco”. Te referías, entiendo, a La iluminación de Katzuo Nakamatsu, y también a que el hombre podía encontrar una suerte de epifanía en medio del caos. Ahora, con la pandemia, ¿todavía sigues creyendo en eso? ¿Tienes esa consigna?
Claro, o sea la belleza, el bien, los valores, la cultura. A pesar de las adversidades y de la pandemia siempre va a existir, en cuotas mínimas o grandes, pero siempre existe.
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¿Tu vida ha sido una búsqueda de lo que podríamos llamar “lo bello”?
La literatura, como una búsqueda de la literatura.
Siempre has tratado de ser, estéticamente, lo más perfeccionista posible.
Lo más perfeccionista posible. Es una búsqueda intensa por muchos caminos, no solamente a partir de la literatura sino el cine, la historia, la sociología. Pero todo confluye en la literatura.
¿Y la religión también, Augusto?
Claro, la religión. Incluyendo la religión.
¿La religión influye hasta ahora en tu vida? ¿Te ha marcado?
Ha marcado, pero ahora menos, pero de todas maneras soy creyente, soy cristiano, católico. Creo en Dios, pero no voy a la iglesia, ni nada de esas cosas. Más bien leo cada cierto tiempo la Biblia.
¿Cuál es tu libro favorito de la Biblia?
Job.
Quizá por los desafíos que le plantea Dios a Job.
Sí, quizá por eso, no sé. Es el creyente fervoroso por encima de las dificultades.
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Un poco en sintonía con tu cuento ‘Corazón sencillo’, sobre este trabajador estatal que parece que aceptara los designios de la
vida con estoicismo, sin perderse.
Claro, su vida es sufrir. Él es el último de los conserjes del Ministerio de Educación, hace el trabajo de medio mundo, incluso en el callejón donde vive se dedica a barrer, a limpiar, etc. Siempre es un tipo sufrido. ¿Y esto por qué? Porque yo pensaba que al final él tenía que volar y solamente a partir del sufrimiento él puede volar. Pero él vuela a partir de la visión de los niños que lo están viendo, y ven a un hombre que está volando.
Es una manera de reivindicarlo.
De reivindicarlo.
¿Tú has sufrido mucho en tu vida? ¿Te consideras una persona sufriente?
No, no. Eso como todos, pero también he tenido alegrías y cosas por el estilo.
¿Cuál ha sido tu mayor alegría personal o literaria?
No, personal digamos que es tener un hogar, dos hijos, hijos profesionales. Esa es la gran satisfacción de mi vida. Digamos, la gran satisfacción literaria es haber escrito, por lo menos, uno de cuentos buenos y…
Y novelas además…
Novelas, además. La iluminación…
La iluminación de Katzuo Nakamatsu es tu novela más celebrada.
Más celebrada.
Luego de ello, ¿se te hizo más complicado escribir tras el elogio?
No, seguí publicando.
Recuerdo que en tu libro Japón no da dos oportunidades hay una definición de lo nikkei. Uno de tus personajes dice que ser un nikkei no es ser ni japonés ni peruano; él lo define como ser un “fronterizo”, una persona que se encuentra en el limbo. ¿Tu suscribirías esas palabras?
No.
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¿Cómo sientes tú lo nikkei?
Que es una manera de ser peruano, respetando tu tradición japonesa, si es que la tienes, porque ya estamos en una cuarta o quinta generación. Y digamos que esas personas no han tenido formación japonesa.