Domingo

Lucía Zegarra Ballón: “Yo no creo que la iglesia tenga ningún tipo de vínculo con el amor”

Lucía Zegarra Ballón, la psicóloga arequipeña que participó con su testimonio en el documental Amén, Francisco responde, cuenta detalles de su encuentro con el Papa, su visión crítica de la formación religiosa y su actual trabajo con mujeres que sufren violencia.

La psicóloga arequipeña que participó con su testimonio en el documental Amén, Francisco responde. Foto: John Reyes / La República
La psicóloga arequipeña que participó con su testimonio en el documental Amén, Francisco responde. Foto: John Reyes / La República

“Yo soy Lucía, tengo 25 años, soy de Perú, y yo vestí hábito, yo fui monja, hace algunos años, y fui muy católica, muy creyente. Creo que mi fe nació desde el amor, desde la honestidad, desde una búsqueda muy sincera no solo de ir hacia Dios, sino en este mensaje de ir hacia las personas (…) Pero ya no soy católica, ni soy creyente, ni sé qué existe y en realidad me siento más tranquila”. Lucía Zegarra Ballón, el pelo corto, los lentes de marco ancho, toma la palabra en una reunión que se ha extendido por casi dos horas. Está en un espacio de coworking a las afueras de Roma, un lugar para jóvenes al que el Papa Francisco ha llegado para reunirse con ella y otros nueve muchachos de distintos países, con la idea de grabar un documental.

Ha sido una sesión en la que el Papa ha escuchado preguntas sobre el aborto, el abuso sexual en la iglesia católica, la migración y hasta la industria del porno, con la sonrisa a prueba de balas y una simpatía porteña que parece sacada de un catálogo de buenos modales. Pero lo de Lucía lo deja serio. Escucha con atención su testimonio, la historia de una religiosa que se aparta de su fe ante el abuso que sufre en su congregación. Y entonces responde resignado que sí, que lo mejor para ella fue dejar aquel lugar, y la grabación continúa. Ese intercambio es parte del documental Amén: Francisco responde, que se puede ver en la señal de Star+ y fue estrenado en abril. Lucía ha vuelto a su rutina desde entonces. Y hoy cuenta cómo fue su intercambio con el líder de una fe en la que ya no cree.

Hay medios que te presentan como la exmonja y lesbiana que puso en aprietos al Papa, pero creo que esa no era tu intención, no era el mensaje que querías que quedara.

Sí, de hecho, en la última entrevista que me hicieron, dejé sobre la mesa que se me habían atribuido muchas cosas que no necesariamente calzan con la realidad. Yo entiendo que eso es lo que suele suceder con los temas controversiales; se quedan con lo controversial. Pero no, yo he tocado temas que son sensibles, que son importantes, que no se suelen abordar con la sensibilidad con la que se tienen que abordar y en realidad mi idea era ponerle nombre a ciertas experiencias que yo he tenido, que no solo se pueden extrapolar a otras experiencias parecidas, sino que se pueden extrapolar también a temas muy actuales como la violencia patriarcal o la violencia basada en género.

Lo que tú querías denunciar era el abuso psicológico que recibiste dentro de una congregación católica y conservadora, ¿crees que el Papa lo entendió así?

Si bien hay un señalamiento particular a una congregación, lo que yo le dije fue que la formación religiosa está basada en el abuso psicológico. Hubo una referencia general, y lo sigo pensando y lo sigo creyendo. Y de hecho lo sigo estudiando. Quizá en algún momento publique algún artículo de investigación porque es un tema sumamente complejo y también es enfrentarse contra una institución con mucho poder. Yo no sé si no se dio cuenta, creo que lo trató de pasar por agua tibia, como deslindando un poco de sus responsabilidades, como diciendo: “Sí, eso pasa en determinados grupos”. Es el argumento de las manzanas podridas, que es el que se usa cuando te dicen que puede haber un mal policía, como si fuera una situación excepcional y no la regla. Y no es así. Yo no creo que él no se haya dado cuenta, sino que no le conviene, no le convenía y no va a asumir jamás que su institución tiene mecanismos inherentemente violentos, y que si los quiere cambiar tendría que cambiar su esencia.

¿Dices que, más allá de tu caso, en la formación de los religiosos católicos siempre hay un grado de violencia?

Sí, totalmente, sobre todo por el tema de los votos. Estamos hablando de tres votos, uno de los cuales incluye la obediencia. Y la obediencia es anular el pensamiento crítico, anular la voluntad y eso es justamente anular psicológicamente a una persona.

Me has mencionado una de las frases más contundentes que tuviste en tu diálogo con el Papa, la del abuso psicológico en la formación religiosa, pero hay otra, igual de fuerte, en la que le dices: “Conocí el amor de muchas formas, pero una vez que salí de la iglesia, que dejé de ser creyente, lo encontré de una forma más auténtica”, ¿eso salió espontáneamente o lo ensayaste?

Fue totalmente espontáneo. A mí lo único que me dijeron fue que iba a hablar al final y que no mencionara en ningún momento, antes de la grabación, que había sido monja, y que abordara la situación como yo quisiera.

¿Te dieron una explicación del porqué no debías mencionar lo de ser monja?

Yo creo que fue porque no querían generar una controversia con esta chica que estaba hablando a favor de la despenalización del aborto, que era tan crítica con la iglesia, y que luego debían conciliar la idea de que en algún momento de su vida fue religiosa.

Hubo una serie de entrevistas a muchos jóvenes para que participaran del documental del Papa. ¿Por qué crees que te eligieron a ti?

Yo creo que fue justamente por esta mezcla de personas que fui alguna vez en mi vida y que es muy difícil conciliar con lo que soy ahora. Para muchas personas eso es imposible. Entonces, yo creo que a la gente del documental le pareció interesante eso. Yo creo que si no hubiese dicho que en algún momento fui monja probablemente no me hubiesen elegido.

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Cuando ellos te contactaron, ¿sabían que habías pasado por una congregación religiosa?

No, ellos me contactaron por un tema legal, por el que yo estoy atravesando ahora, y que tiene que ver con la defensa de derechos humanos y los derechos de las mujeres.

¿En el que también está involucrada la Iglesia Católica?

No, no tiene nada que ver la Iglesia Católica.

Me has dicho que en ti hay una conjunción de vidas; lo que eres actualmente con lo que pasó hace tanto tiempo, ¿qué clase de católica fuiste?

Esa es una pregunta difícil, lo que a mí me atraía de la religión católica era el hecho de aliviar el sufrimiento. Me llamaba mucho la atención la figura de Jesús y el hecho de que se haya sacrificado y haya sufrido tanto. Entonces, yo quería acompañar eso. Mi idea principal era acompañar ese sufrimiento a través de otras personas. Ahora, eso fue lo inicial. Pero luego empecé a rezar en latín, me encantaba la misa en latín, me encantaba ir a misas donde los sacerdotes no miraban al público, a los feligreses, sino que estaban de espaldas. Me gustaba saber mucho de doctrina, estudiaba mucho los temas de los concilios vaticanos, los temas dogmáticos, sabía mucho de esas cosas. Pero no llegué a ser de estas personas que excluían y que violentaban. Probablemente ideológicamente sí, pero en la práctica nunca dejé de vincularme con personas que fuesen distintas a lo que yo era o lo que yo vivía. En mi círculo cercano yo tenía una amiga que no era heterosexual, y para mí siempre fue una persona espectacular. En estos grupos ultraconservadores basta con que seas gay o rompas con la norma para tener algún problema. Pero yo decía: “No, yo conozco a esta persona”. Incluso me
costó castigos.

Siempre fui sumamente crítica, de hacer preguntas, no solamente a nivel eclesial y político, sino como dentro de la propia institución, tipo, ¿qué estamos haciendo acá? Y siempre la respuesta fue: “Ten cuidado con preguntar tanto porque eso te aleja de Dios”.

¿Integraste movimientos provida?

Sí, yo soy sumamente honesta con lo que he sido en mi vida. De hecho, en Arequipa, yo soy arequipeña, no había la Marcha por la Vida como en Lima, sino que había el Corso por la Vida y yo participé en la organización de eso. Y no era tan lectora en esos temas, pero sí me sabía de memoria las respuestas a las cuestiones que se puede hacer en torno a esos debates. De hecho, en algún momento también discutí con feministas que se acercaban a esas marchas y que nos gritaban de todo. Y yo decía: “Cómo pueden ser tan inhumanas”, pero era un discurso salido del desconocimiento total de la realidad, de la desconexión con la realidad.

¿Y de eso ya no queda nada? ¿Queda algún tipo de fe en ti?

A ver, después del documental mucha gente ha estado diciendo que yo soy atea. Y yo no soy atea. No sé en qué creo y en qué no creo, eso es algo que dije en el documental. Pero definitivamente estoy segura de que la espiritualidad es algo esencial en la vida de las
personas.

¿Cuánto tiempo estuviste en la congregación como religiosa?

Dentro de la casa de formación yo estuve 5 meses. Pero vinculada estuve desde los 15 años. Yo entro como monja a los 18 y me deslindo en el 2017. En el 2017 yo tenía 19, o sea que he estado como cuatro años vinculada a la congregación.

¿Por qué la dejaste? ¿Cuál fue el detonante?

Cuando yo salí de la casa de formación tenía una depresión muy profunda y mucha ansiedad también. En algún momento lo abordé como un tema de trauma, pero eso fue cuando ya había terminado este proceso que estuvo enfocado en eso nada más, en mitigar los síntomas.

¿Y luego pensabas volver?

Tenía planes de regresar a ese lugar una vez que yo terminara mi carrera. Entonces, yo ya estaba estudiando Psicología, y estaba en otros procesos de terapia, pero yo empiezo a darme cuenta de las cosas que habían pasado realmente. Era un proceso como de ponerle nombre a hechos de abuso que a mí me habían marcado, que yo los había asumido como una debilidad mía. Me acuerdo que estaba llevando un curso que se llamaba Conducta Social y que nos hacían leer de Psicología Social y parte del libro que teníamos que revisar eran temas de adoctrinamiento y sectas.

Y ahí identificaste algunas conductas que habías visto en la congregación.

Sí, fue terrorífico, para mí fue muy difícil.

¿Puedes describirme alguna situación de estas que te dejaron tan marcada?

Son tantas que no sabría cuál decirte. Para empezar, a mí me dijeron que todo lo que yo hacía, siendo menor de edad, no se lo podía contar a mis papás. O tenía guiamiento semanal con una monja, el guiamiento era como tener un proceso de terapia. O sea, esa monja sabía mi vida al derecho y al revés y, por ejemplo, me mandaba mensajes de texto, de la nada. Yo estaba en el colegio y de pronto me llegaban mensajes de ella en los que decía: “¿Qué te dice la conciencia?”. Eran mensajes así, con los que tú dices: “¿Qué significa esto?”. Pero ya estaba acostumbrada y eso me empezó a generar como cierta paranoia, como que estaba siendo observada, perseguida.

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¿Hubo también maltrato físico?

Hubo una situación en la que una monja me hizo una broma y yo le contesté delante de otra persona. Y la monja me dio una cachetada que me volteó la cara y se quedó la mano marcada. Yo tenía 17 en ese momento. Ella también se sorprendió un poquito, obviamente me la dio con toda la rabia del mundo, creo que eso fue lo que más me asustó, ver esa expresión de ira tan fuerte. Y luego de eso, ella me dijo: "No puedes salir de esta habitación hasta que se te quite la marca de la cara". Y yo me tuve que quedar sentada en ese lugar hasta que se me quitara la marca.

¿Por qué evitas nombrar a la congregación? ¿Hay algún tema legal ahí?

Podría haber un tema legal, por eso es que yo evito nombrarlos. Eso es lo que ha hecho el Sodalicio con Paola Ugaz, con Pedro Salinas, con José Enrique Escardó.

Persiguen a las personas que denuncian los abusos dentro de estos grupos.

Exacto.

Quiero volver al documental, le preguntaste al Papa, ante el abuso que había cometido contigo una cosa muy interesante, ¿qué entendía la Iglesia por amor? ¿Tú esperabas una respuesta directa o la evasiva que él te dio?

La cosa es que yo no esperaba nada, yo sabía que no me iba a contestar ninguna de las preguntas que le iba a hacer. Y así fue, no me contestó ninguna, ni la que tenía que ver con el tema del racismo, ni la que le hice con respecto a la colonización, y justo después de que yo hice mi intervención en el tema del aborto cortó el tema. Conozco a la iglesia, no solamente por haber estado dentro de ella, sino porque yo estudio temas de descolonización. Entonces, para hablar de descolonización se tiene que hablar pues que el mecanismo de la iglesia es colonizar las almas. O sea, la misión evangélica, la misión de evangelización, consiste en colonizar las almas. Y esa dinámica se extrapola a nuestras dinámicas sociales. En ese sentido, que ya es como más teórico, yo sabía que a la iglesia, por un tema de marketing, no le conviene contestar ese tipo de cosas de fondo. Mira, yo no creo que la Iglesia tenga ningún
tipo de vínculo con el amor. Entonces, si tú no tienes un vínculo con eso, no puedes contestar.

Lo único que el Papa atinó a responder es que en tu caso puntual hubo abuso de poder.

Sí, de una forma muy amable, que hace que la gente diga: “Ah, que bien que conteste eso”. Pero, primero que el abuso de poder y el abuso psicológico son dos cosas distintas. Y segundo pues que de qué sirve que reconozcas la experiencia de la otra persona si no vas a hacer absolutamente nada con eso.

¿Todavía siguen en la congregación las chicas que tu conociste o algunas ya han salido?

Han salido un montón. De hecho, yo ya no tengo vínculo, no sé casi nada probablemente. Pero cuando entré también entraron 12 y de ahí salimos 8 y quedaron 5. No sé si han salido más.

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¿Salieron por lo mismo que tú? ¿Porque tenían una visión crítica de lo que estaba pasando adentro?

No necesariamente la visión crítica, pero todas compartíamos psicóloga, así que ya ves.

En otro momento de tu diálogo con el Papa dijiste que tuviste una relación cercana con el dolor, no sé si todavía la mantienes.

Yo creo que sí, definitivamente. Pero no es tanto a nivel personal. Obviamente, todas las personas vivimos situaciones dolorosas y yo siempre trato como de vivir mi dolor, como de acompañarlo, no tratar de anestesiarlo. Y todo lo que yo hago a nivel político, a nivel
profesional, es porque lo que veo me genera dolor. Yo como psicóloga estoy mucho más enfocada a acompañar mujeres y disidencias que han vivido violencias. Entonces, mi forma de procesar ese dolor es contribuir, desde lo que yo humildemente puedo hacer.

¿Trabajas permanentemente con grupos de mujeres que han sufrido violencia?

Yo soy psicóloga y hago acompañamiento psicológico todos los días de mi vida. He trabajado por ejemplo en Cosñipata, que es un distrito en Paucartambo, en Cusco, con organizaciones de mujeres, pero este trabajo comunitario es más eventual porque tampoco es que haya financiamiento.

También vi que escribes. Vi algunos pequeños versos, algunos cuentos sueltos en tus redes sociales, supongo que eso también ayuda un poco a liberar el dolor.

Sí, totalmente, para mí escribir es un salvavidas protagónico.

¿Y empezaste temprano? ¿Después de salir de la congregación?

No, yo escribo desde hace tiempo. Yo me acuerdo de la primera vez que escribí en toda mi vida, fue el 18 de noviembre del 2012.

¿Qué escribiste ahí? ¿tu primer poema?

No, yo escribía cosas sobre mi experiencia espiritual, como católica. Esos textos son bien graciosos porque son muy doctrinales, pero la poesía me gustó siempre. La poesía es como una experiencia vivida.

¿En esos textos también contaste sobre tu separación de la congregación?

Yo escribí casi un libro entero sobre todo el proceso de lo que implicó separarme de ese lugar.

¿Y es verdad que eres seguidora de los textos de Nietzsche?

(Sonríe) El texto que escribió como autobiografía, Ecce homo, me pareció espectacular ¿Por qué? Porque yo siento que Nietzsche se atrevió a decir algo como: “Voy a matar a Dios para que yo pueda nacer”. Ese fue el mensaje que él dio y me parece que es muy actual. O sea, las personas disociamos y damos un lugar a una deidad que implica anularnos a nosotras mismas.

En ese sentido, para mí Nietzsche ha sido muy importante. Todo lo que él habla en cuestiones como el eterno retorno y de cómo pensar mucho las decisiones que vamos tomando, eso es algo que sigo aplicando. La figura del eterno retorno es como que tu vida se va a repetir eternamente, da miedo y es horrible, pero a la vez te ayuda a tomar cada una de tus decisiones teniendo este panorama.

¿Y tú leías a Nietzsche cuando estabas dentro de la congregación, cuando eras católica?

Yo me compré el libro Así habló Zaratustra y lo escondía cuando estaba en el convento para leerlo.

¿Nunca te descubrieron?

Nunca.

Ya eras disidente desde esa época.

Sí, felizmente nunca llegué como a desconectarme de mí por completo y creo que eso fue lo que me salvó. Así que agradezco esa rebeldía de cierta forma.