El fentanilo es un opiáceo de uso médico 50 veces más adictivo que la heroína y 100 veces má que la morfina. En Estados Unidos se ha convertido en un grave problema de salud nacional debido a la cantidad de muertes por sobredosis que provoca. Ahora también se ha transformado en un problema para México, que tiene en la ciudad de Tijuana el centro de una epidemia de adictos a esa droga.
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Por ser una ciudad fronteriza con Estados Unidos, Tijuana siempre ha sido punto de tráfico de distintas drogas: fármacos, marihuana, cocaína. Ahora, los cárteles distribuyen fentanilo. Una crónica del The Washington Post señala que hoy “es el centro de tráfico más prolífico de esta droga hacia Estados Unidos y, cada vez más, una ciudad de consumidores”.
En esta ciudad fronteriza, los adictos constituyen multitud. Hay hileras de campamentos en zonas alejadas del centro de la ciudad. Muchos son ciudadanos de origen mexicano que vivieron la mayor parte de su vida en Estados Unidos y fueron deportados por problemas en su situación legal. Su familia está en EEUU, por lo que se quedan en la frontera y empiezan a consumir golpeados por el desempleo y la soledad.
La producción de fentanilo se dispara porque es mucho más barata para los cárteles mexicanos. No necesitan controlar territorios para sembrar cannabis o amapola, ni importar cargamentos de cocaína desde Colombia o Perú. Les basta con una casa para usarla como laboratorio, asegurar el suministro de productos químicos —que vienen de China o India— y contar con el especialista para fabricarla.
Según la BBC, aunque Tijuana es la “zona cero” del tráfico de fentanilo, el camino de esta droga empieza en el puerto de Manzanillo, enel estado de Colima, México. Hasta allí llegan las sustancias químicas necesarias para producir esta y otras drogas sintéticas. Por ello, esta tranquila ciudad portuaria es desde hace varios años el centro de una sangrienta disputa entre los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. En 2022, Colima tuvo la más alta tasa de homicidios del país.
Entre 2012 y 2019, China fue uno de los principales fabricantes de sustancias —como el fentanilo— que llegaban a Estados Unidos, pero a partir de ese año aplicó mayores regulaciones.
Hoy exporta lo que muchos llaman ‘precursores’ del fentanilo, lo que es aprovechado por los cárteles mexicanos. Para EEUU, China sigue siendo de manera indirecta la fuente principal de la llegada de esta droga a su territorio.
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Esta semana, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, acusó a China de permitir el envío de precursores químicos a México, donde se usan para fabricar el fentanilo que se trafica a territorio estadounidense. Ante un comité del Senado de EEUU, criticó que Pekín no esté “cooperando de forma genuina” con Washington. También ha señalado que México debería “hacer más” para frenar el tráfico de esta droga.
Lo real es que la producción de esta sustancia en México parece imparable. Y aunque el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha afirmado que su nación “no produce ni consume fentanilo”, la realidad de Tijuana lo desmiente. También se han descubierto laboratorios en Ciudad de México y los estados de Nuevo León y Sinaloa, en el norte del país.
Se ha encontrado alijos de fentanilo ilegal en Australia y Canadá, y la DEA investiga dentro de Estados Unidos el papel que las mafias dominicanas juegan en su distribución. Todo ello hace pensar que los cárteles mexicanos podrían ampliar su ‘mercado’ de distribución a otros países. La producción de drogas sintéticas, como el fentanilo, está abriendo una nueva era de dependencia y muerte en el planeta.