María Luisa y Eduardo Adrianzén caminan por la plaza de Pueblo Libre, el corazón de un distrito que en el pasado fue conocido como el pueblo de ‘La Magdalena’ y donde vivieron personajes claves de nuestra independencia: los libertadores don José de San Martín o Simón Bolívar. En este lugar -retrocediendo 200 años en el tiempo- situaron los acontecimientos que ocurren antes y después del 28 de julio de 1821, y que narran en la serie El último bastión.
Son los hermanos creadores de la primera producción peruana en Netflix y que hoy está en los ojos del mundo. Para este proyecto se sumergieron en los libros de numerosos historiadores, leyeron documentos de la época, revisaron enciclopedias completísimas como la ‘Colección Documental de la Independencia del Perú’ y todo aquello que pudiera darles una visión más precisa de esa etapa. También los asesoró el historiador Juan Luis Orrego, especialista en ese proceso.
“Investigamos mucho e hicimos una línea de tiempo con los eventos históricos más interesantes. Y mientras organizábamos eso, íbamos creando personajes que tuvieran sentido dentro de la historia real”, explica María Luisa. “Una vez armada la columna vertebral, se trabajaba los sucesos novelescos que podían sucederle a los personajes de ficción dentro de una etapa histórica. La serie tiene siete u ocho personajes históricos reales y unos 30 de ficción”, completa Eduardo.
En ese trabajo creativo se encontraron con historias reales, mínimas, que le pasaban al común de la gente, y que están dramatizadas en El último bastión: por ejemplo, hubo muchos españoles a los que les confiscaron sus pulperías, o muchas casas que fueron tomadas por el ejército patriota para convertirlas en su cuartel, o la escasez de dinero que llevaba a falsificar billetes a la gente.
“Es ficción en la medida que eso le ocurre a personajes creados por nosotros. Pero ocurrió realmente en esos años”, dice María Luisa, que además es la productora general de la serie. “La ficción estaba supeditada a los eventos reales del asunto que contábamos”, comenta Eduardo. Eso no impide, sin embargo, que El último bastión tenga intriga, romance, acción, traición y otros elementos para atrapar al público.
La serie tiene 35 capítulos y se grabó en seis meses. La historia sigue los acontecimientos en el pueblo de ‘La Magdalena’, a través de la familia Robles y otros personajes, en los años previos y posteriores a la Independencia, hasta el triunfo de Bolívar en Ayacucho que selló nuestra liberación de España.
Detrás de cada imagen o escena ha estado un equipo de más de 150 personas. En algún momento, 200 personas.
Apuesta televisiva
Antes de esta serie, María Luisa y Eduardo -que es mayor por siete años- ya habían hecho juntos Nuestra historia, una telenovela que narra la historia de cinco familias entre los años 1978 y el 2001, que se pasó desde el 2015 por TV Perú. Tuvo éxito y cimentó la confianza del canal en el trabajo de ambos. Eso explica por qué TV Perú, un canal público apostó por la serie más ambiciosa de los últimos tiempos, hecha en 4K y cuidando al detalle la rigurosidad histórica en escenografía, vestuario y locaciones.
-¿Por qué otros canales no apuestan por series que puedan ser vendidas al extranjero o a plataformas como Netflix?
”Trabajo en la televisión hace mil años, y el tema es que son productos caros. Y existe la creencia, la idea de muchos canales de que eso no tiene tanto rating. Es cierto que los temas históricos no son tan fáciles, ni tan divertidos como otros. La lógica del empresario de televisión es que puede hacer novelas mas baratas, divertidas y puede tener sponsors, de leche, yogurt, teléfonos, detergente, lo cual es imposible en una historia de época. Tiene lógica en la medida que se trata de dinero y hay menos riesgo. Pero también es una lógica perversa porque la televisión por streaming va a ser el futuro, y se va a requerir de mayor inversión en la ficción que hagas”, dice Eduardo.
-¿Cómo se sienten ahora que la serie está en Netflix y con mucho éxito?
”Estamos supercontentos. Es el esfuerzo de un grupo enorme de trabajo. Detrás de cada imagen o de cada escena, ha estado un equipo de más de 150 personas. En algún momento, 200 personas. Ha habido actores, equipo técnico, directores de arte, de vestuario, distribuidores. Es mucha gente y es el esfuerzo de todos. Hacer televisión o cine es un esfuerzo colectivo y es importante resaltarlo. Es, además, un logro de nuestra propia industria audiovisual que va avanzando a trompicones”, dice María Luisa.
Para sus creadores el punto de partida de El último bastión fue hacer una historia que fuera contada por la gente del pueblo. Había personajes femeninos fuertes y personajes que representaban a distintos sectores sociales. No querían contar la historia de los héroes porque eso les parecía ya muy conocido. Lo divertido, lo interesante era mostrar la mirada del hombre común. Eso explica por qué la serie ha llamado la atención.
“No se trata de revisar las páginas de un libro, sino que contamos una historia divertida, entretenida, telenovelesca, dentro de un marco rigurosamente histórico, que es como se deben contar todas las historias audiovisuales”, dice Eduardo.
“La idea era representar a todos en este pequeño universo que es La Magdalena. Que pudiéramos ver a todos los sectores sociales -españoles, criollos, indios, afroperuanos- y que el publico lograra entender el suceso desde el ciudadano de a pie. Es una manera distinta de abordar el proceso de la independencia. Para entenderla como un proceso social, no como una lista de hechos historicos”, comenta María Luisa.
La serie nos cuenta hechos ocurridos hace doscientos años, pero también nos hace reflexionar acerca de que no hemos cambiado mucho en tanto tiempo. Un personaje dice en un capítulo que siempre acabamos votando por el mal menor. Otro reflexiona sobre para qué votar si no se siente incluido en esa república que recién nace. Y alguno más dice que el Congreso puede ser un antro de pelagatos e ignorantes. Y claro, los ricos no quieren perder privilegios y otros evaden impuestos o se alínean con quien tiene el poder.
-A 200 años de la independencia las cosas no han cambiado mucho
“Al final la República terminó en manos de un grupo de hombres blancos y poderosos. Como que la inclusión de la cual tanto se habla sigue siendo más una promesa que una realidad”, precisa María Luisa. “El pensamiento de la cultura hegemónica de 1821, permanece tal cual en el 2021”, comenta Eduardo.
Le pregunto a Eduardo cómo es trabajar con su hermana. “Es divertido, pero sufro porque me corta personajes” dice. Ella agrega que discuten, pero que las mejores ideas surgen cuando las trabajan con intensidad. “Ella tiene mil ideas por minuto, y yo soy más rápido con los diálogos”, cuenta él. Así alumbraron esa historia que habla de la lucha por la libertad, recuerda a hombres y mujeres anónimos, y nos hace reflexionar sobre lo que fuimos y lo que somos.