El imperio incaico es quizá la mejor demostración sudamericana de organización, poderío militar y conocimiento terrenal que podamos tener como vestigio en nuestros días; sin embargo, su aislamiento de otras potencias mundiales hace difícil que nos imaginemos qué tan avanzados eran, al menos según estándares occidentales. Una clásica comparación para los incas es con Roma, con la que compartió algunas similitudes que aquí te explicaremos.
Fuera de que ambos imperios se hayan dedicado a la conquista, los romanos y los incas tienen poco en común si buscamos semejanzas desde un punto de vista superficial. Solo profundizando encontraremos aspectos que nos pueden enseñar mucho tanto del Nuevo como del Viejo Mundo.
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El primer aspecto resaltante que los incas compartían con los romanos es su poderío militar. En primer lugar, tanto los romanos como los incas dominaron primero el arte del combate en tierra.
Según refiere el capitán retirado Raymond J. Toner, experto militar estadounidense, en el portal del Instituto Naval de Estados Unidos, los incas fueron “los romanos del Nuevo Mundo”.
“Cuando los incaicos conquistaban a otros pueblos, no masacraban, saqueaban o esclavizaban. Sus conquistas eran incorporadas al imperio y los hijos de los caciques o jefes eran llevados como rehenes a la capital de Cusco, donde eran criados bajo tutelaje”, afirma.
En Chile, los conquistadores españoles se toparon con los araucanos, quienes guardaban una fuerte tradición guerrera. Estos son comparados tanto con las tribus germánicas, con las que Roma lucho por siglos (al margen del Rin), como con las propias tribus del oeste que los estadounidenses conquistaron en la Edad Contemporánea.
Al igual que con los acueductos y los caminos que construyeron los romanos durante su mayor apogeo, los incas también construyeron grandes caminos, trazaron vías para conectar rápidamente los principales puntos del imperio y edificaron puentes. Muchas de estas obras siguen vigentes de alguna manera hasta hoy.
Trabajaron incluso, aunque en menor escala, los metales, algo que ninguna otra tribu nativa de por entonces hacía. Asimismo, construyeron templos y casas. Algunos pueblos incaicos incluso han sobrevivido a la conquista española.
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Tanto los incas como los romanos contaban con un poderoso Gobierno central que se centraba en una cabeza principal, en este caso, el inca y el emperador. Ambos eran pueblos politeístas y organizaban su clero en clases. Los líderes de ambas naciones eran considerados el enlace de los dioses con el pueblo.
Matt Rigsby, arqueólogo de la Universidad de Boston, asegura que en Sudamérica se tenía la tecnología más sofisticada de tela de fibra hasta el siglo XV. Esto no implicaba solo usos estéticos o de vestimenta, sino también de defensa y estrategia.
Por ejemplo, en el Tahuantinsuyo se desarrollaron puentes de suspensión de cuerda durante el siglo VII. Este tipo de estructuras no apareció en el Viejo Mundo hasta el siglo XV, cuando apareció en Tíbet, con cadenas en lugar de cuerdas, y llegaría a Europa recién en el siglo XIX. Ni los romanos ni el propio imperio carolingio lo conocieron.
Los métodos de costura que los incas y otras civilizaciones conocían también eran sofisticados y de métodos avanzados. Solían coser con un estilo de múltiples capas, con patrones separados en ambas caras de la tela e incluso un tercer patrón en el interior.
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Los incas también eran capaces de producir más comida por acre. Las papas, que luego llegarían a Europa y serían capaces de detener hambrunas, producían casi cuatro veces más calorías por unidad de tierra que los granos de trigo que alimentaron a Roma.
Por supuesto, los cultivos de cada civilización estaban sujetos al territorio y a los recursos con los que contaban, pero no hubiese sido posible sin el ingenio de los pueblos. En América, al contar con la papa, se pudo desarrollar tecnologías que lograron domesticar este tubérculo hasta convertirlo en un alimento básico que ahora nutre a todo el mundo.