Fue en Trujillo, La Libertad, donde Olga Fernández de la Rosa se despojó de los zapatos para restituir al ritmo de “La concheperla” un rasgo identitario de su cuna, Moche. 55 años después de este episodio —al que Ronald, su hermano, define como “símbolo de resistencia”—, el cortejo propio de la marinera no se concibe sin los pies desnudos. Cepillado, zapateo, punta y taco. Cada paso de esta danza bandera arrastra la revolución de una familia que consideró trasladar una costumbre local a las tribunas globales, porque eso ha conseguido esta danza henchida de maestría: ser una embajadora de las manifestaciones culturales del Perú.
La República conversó con Ronald Fernández de la Rosa y rememoró la ocasión en que su hermana Olga rompió los esquemas en 1968, luego de que los pueblos aledaños de la Ciudad de la Eterna Primavera recibieran por primera vez el llamado del Club Libertad, el gestor del Concurso Nacional de Marinera.
“Por un acuerdo familiar (9 hermanos) y por la influencia de papá y mamá en la determinación, deciden que Olga luzca un vestuario típico de Moche, conformado por la falda negra, por los camisones bordados, un saquito, alhajas de oro, trenzas… pero descalza, tal y como las mocheras de ese entonces habitaban en su día a día”, narra.
Las loas de los 3.000 espectadores solo avecinaban la propagación de una nueva postura norteña en una danza que en 1986 el Instituto Nacional de Cultura (INC) declaró como patrimonio cultural de la nación.
“Hubo una ola de aplausos del público porque reconoció que un pueblo campesino como Moche representaba su identidad. Todas las demás concursantes bailaban con tacones desde el primer año de convocatoria”, resume. Entonces la historia cambió al compás del trombón.
Olga abandonó los zapatos minutos antes de sumergirse en el escenario. Foto: archivo de Ronald Fernández
La rebeldía de la joven de 16 años también fue reconocida por el diario trujillano La Industria después de que la ostentación coreográfica posicionara a Olga y a su pareja, Felix Aguilar, en el segundo puesto: “Los aplausos que ellos cosecharon parecían interminables. ‘El movedizo ritmo nos viene en la sangre’, dijo ella graciosamente”, cita el periodista José Acevedo.
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En agosto de 2012, a través de la resolución ministerial 325, el Gobierno destacó el legado de Olga con la distinción de “personalidad meritoria de la cultura”.
“Su aparición causó un verdadero revuelo en la concurrencia: era la primera vez que una mujer se presentaba con el típico vestido de mochera y descalza. Y es que hasta esa fecha la vestimenta de las damas era a la usanza limeña: con tacones y peinados de la época. Su presentación y su arte, en conjunto, le valieron el Premio de Popularidad y el segundo puesto del certamen”, se lee en el documento oficial.
Las duplas y los escenarios actuales brincan entre la opinión pública, entonces, gracias a un garbo heredado. Como indica Ronald, “hasta ahora y hasta siempre, ese es el aporte que Olga hace en la marinera”.
En 2012, el Congreso de la República eligió el 7 de octubre para festejar el Día de la Marinera. ¿La razón? En esa fecha se conmemora el nacimiento de don Augusto Áscuez Villanueva, uno de los principales intérpretes y conocedores de este género. Además, es un intervalo previo al Día de la Marina de Guerra del Perú y a la celebración por el Combate de Angamos.