Junto con la decisión de adoptar a un perro como miembro de la familia llega también el compromiso de educarlo. Un entrenamiento oportuno le permitirá al propietario anular de su lista de preocupaciones aquellas relacionadas al comportamiento de su engreído: ¿por qué no puede pasear sin correa?, ¿por qué le ladra a todos los desconocidos?, ¿por qué persigue a los ciclistas?
En vista de que el proceso de adiestramiento inicia en casa, dos expertos comparten sugerencias para que la conducta del amigo canino sea una cuota importante dentro una relación pacífica porque, como bien decía el actor Heinz Rühmann, aunque se pueda vivir sin un perro, no merece la pena.
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Cliber Siancas Ramos, uno de los entrenadores de la escuela de adiestramiento llamada Educación canina, explica que existen tres escenarios capaces de generar la desobediencia de un perro: el genético, es decir, que el can adopta algunas costumbres tanto de la madre como del padre; un trauma externo, ya sea por un conflicto con alguna otra mascota o con alguna persona, y un caso más dramático relacionado con un maltrato.
Asimismo, el instructor señala que se trata de un trabajo en equipo: “Muchas veces no solo es el perro, también es el dueño. El dueño sale con una energía recargada que también la transmite al perro. (...) La conexión que nosotros logramos con nuestras mascotas debe hacer que ellas en todo momento nos miren y noten las órdenes que nosotros les damos”.
En esta misma línea, el médico veterinario Jorge Valdiviezo Obando, trabajador de Dogtor House, resalta que “el dueño debe ser la persona alfa que siempre haga escuchar su voz para que así el perro sepa quién manda”. Además, hace hincapié en el estado de ánimo del propietario: el lazo que forma es tan estrecho que el animalito percibe la entereza o la falta de ella.
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“Acción, recompensa, juegos y bastante disciplina. Si un perro entiende esos factores, podemos tener una mascota estable, una que pueda hacernos caso”, subraya Siancas luego de enumerar qué acciones ayudan a contrarrestar la desobediencia del engreído de cuatro patas.
Pero a veces la dinámica de acción-recompensa tiene un límite, sobre todo cuando se ha tejido con el tiempo una relación de dependencia entre el can y el amo: “cuando las personas optan por tener una mascota, le transmiten tantas emociones que terminan por humanizarla, entonces el perro ya no se quiere separar de su dueño”, detalla el entrenador.
Si este es el caso, la recomendación que brinda es trazar una frontera entre el propio ambiente y el que ocupa el amigo perruno. “Nosotros tenemos un espacio y debemos también pedírselo a la mascota, de lo contrario el perro se vuelva territorial”. Y añade que otro de los ejercicios es simular una salida y dejar pasar un minuto; al día siguiente, cinco minutos; dos días después, 15 minutos”. Esta praxis tiene la finalidad de aleccionar al engreido de la casa: el dueño puede salir solo.
Valdiviezo refuerza esta idea de respeto con un par más de consejos:
Es importante destacar que la edad no es un factor definitivo para educar a una mascota. “Hemos entrenado muy bien a perritos de diez años”, asegura el entrenador Siancas, pero el factor que sí puede configurar una mayor o menor dificultad, pero no inviabilidad, es la raza: “Con la raza muchas veces define un comportamiento distinto”.