Durante su estadía en la tierra, Jesús realizó múltiples milagros que quedaron registrados en los evangelios de la Biblia. Algunos son más conocidos que otros, pero, en general, estos demuestran la conexión real y divina que tenía con Dios, ya que, cuando Jesús realizaba algún milagro, dejaba claro que lo hacía en nombre del Padre celestial y que estos beneficios solo eran una pequeña parte del maravilloso reino de los cielos.
Cabe resaltar que Jesús hizo muchos más milagros y proezas en el tiempo que duró su vida terrenal, pero no quedaron registrados por escrito. En el evangelio que Juan escribió, dice: “Hay muchas otras cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (Juan 21:25).
De acuerdo con diversos teólogos, dar un número exacto de cuántos milagros realizó Jesús es imposible; ya que en los diferentes evangelios se suelen registrar los mismos milagros, pero contados de forma distinta. Esto genera mucha confusión porque, a veces, es difícil saber si se trata de dos milagros separados o es el mismo contado desde distintos ángulos.
Sin embargo, de manera general se le atribuye 33 milagros a Jesús y pueden clasificarse en tres categorías: milagros sobre las personas, milagros sobre la naturaleza y resurrecciones.
De la lista anterior, vemos que la gran mayoría de los milagros registrados en los Evangelios fueron milagros de sanidad, que si bien apuntan a aliviar las dolencias físicas también sirven para un bien mayor: demostrar con hechos que Jesús es el Hijo de Dios con autoridad y poder benevolente.
Para la fe cristiana, los milagros de Jesús son importantes porque, a través de sus curaciones, exorcismos y resurrecciones, el llamado Mesías demostró que efectivamente puede combatir el mal que subyuga al hombre por medio del pecado, la enfermedad y la muerte; y, así, establecer el reino de Dios en la tierra y en cada corazón.
En ese sentido, Jesús con sus milagros busca la conversión y la vuelta a Dios. Además, manifiesta su omnipotencia y su divinidad, hechas amor por el hombre.
Según el evangelio de San Juan, el primer milagro que hizo Jesús, consistió en convertir el agua en vino durante una fiesta de bodas, en la ciudad de Caná de Galilea. El mismo evangelio lo dice expresamente: “Éste fue el primer signo que hizo Jesús, en Caná de Galilea, con el cual mostró su gloria, y sus discípulos creyeron en él”.
Sin embargo, para los otros tres discípulas de Jesús -Mateo, Marcos y Lucas- ese no fue el primero, ya que para ellos ni siquiera existe. En ese sentido, en el libro de San Marcos y San Lucas figuran como primer milagro la curación de un endemoniado en la sinagoga de Cafarnaún. Y en San Mateo, la curación de un leproso luego del sermón de la montaña.
Según el Nuevo Testamento de la Biblia, el lugar donde Jesucristo obró más milagros fue la ciudad de Betsaida y sus alrededores. En este lugar, ocurrieron numerosos milagros como, por ejemplo, sanar a un ciego, caminar sobre el agua y la famosa multiplicación de los cinco panes y los peces.