Con 516 videos, el canal de YouTube “Dilo nomás” congrega a 535.000 suscriptores. Con más de 10 oficios en su trayectoria, Juanma Mejía (45 años) ha abrazado una enseñanza para sus dos hijos: solo la curiosidad dirige a la victoria. Él, un fisgón declarado, se graduó de Biología en la Universidad Nacional Federico Villarreal, pero no ejerció. Así que dispuso su talento, primero, para asesorar a los tesistas; después, para asumir roles dispares: fue visitador médico, comerciante digital, operario de metalmecánica, ayudante de construcción, comprador de bronce, cobrador de combi, restaurador de bicicletas y, entre tantos, vendedor de cepillos.
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“Iba al Centro de Lima, compraba cepillos de dientes y los revendía. No generaba mucho; en un día, 20 soles, 30 soles, 15 soles, pero no me podía quedar”, recuerda. Si hasta entonces la necesidad lo había empujado a probar fórmulas de negocio, incluso estuvo tentado a animar fiestas infantiles —“Pero me chotearon, me dijeron: ‘Necesitamos a alguien que sepa bailar’, y yo soy tronco (risas)"—, en 2018 fueron su carácter socarrón, su fanatismo por Franco Escamilla y la influencia de Justin Bieber los responsables de acercarlo a YouTube.
“No sé si la información llegó mal, pero yo recordaba que Justin Bieber se hizo conocido por YouTube. Claro, yo no estaba pensando necesariamente en llegar al nivel de Justin Bieber ni cantar como Justin Bieber, pero decía: “Eso está superchévere” (...). Pensé: “No tengo la oportunidad de ir a un lugar a decir: ‘Oye, creo que tengo gracia, ¿me dejas presentar en tu restaurante e intentar algo?’. Eso no se va a dar”. Entonces, que sea YouTube la plataforma para que haya esa oportunidad”, resume.
—¿Y cómo era tu vida antes de ser youtuber?
— Yo en YouTube no quería hacer lo que hoy hago. Yo quería hacer monólogos, pero un amigo (Víctor) me dijo: “Graba Tacora”. Yo decía: “Pero ¿Tacora qué tiene de bueno?”. Lo grabé con mucha insistencia de él y funcionó. Nadie quería verme haciendo mis gracias, pero empezó a funcionar lo que llamé incursiones, empezó a moverse toda la maquinaria. Le agarré cariño al tema y me quedé.
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—Cuando viste el éxito tras el video de Tacora, ¿qué pensaste?
—Me dio miedo. Yo creo que pude vivir algo de lo que mucha gente habla y que, a veces, suena medio raro, pero es el miedo al éxito. O sea, porque era tan masiva la forma de respuesta de la gente que yo me quedé en el aire. No me olvido de los números: yo tenía 20 seguidores; de esos 20 seguidores, 12 eran familiares obligados a suscribirse y ocho eran cuentas mías (...). No tenía más de 10 visitas por cada video e invertía tiempo.
Ya por presión fui y grabé. ¿Y por qué funcionó eso? Estoy seguro de que funcionó porque nadie había grabado en Tacora. Había un par de videos en YouTube, era un reporte de algún canal de televisión; el otro, seguramente igual. Todo fue un sueño, me pellizcaba, y al mes logré todos los requisitos que pedía YouTube (...). Fue realmente un golpe de suerte. Por ahí algo debo haber hecho bien, seguramente. Quizás yo agarré un terreno virgen, un nicho completamente libre, y empecé el camino.
—¿Cómo haces para encontrar enfoques atractivos?
—Hay que ponerse en la vereda de enfrente. Es algo que aprendí con el tiempo, porque, obviamente, en mi caso, siendo de ciencias, no soy de comunicaciones, tengo limitaciones, las cuales reconozco. Es tratar de entender lo más que pueda al público objetivo (...). Yo siempre procuré escaparme del facilismo. ¿Para mí qué es facilismo? Yo veía a otros youtubers que, por ejemplo, hacían sus videos sketch, pero para meter chicas apretadas. Ese era el gancho. Entonces yo siempre me corrí de eso porque me parecía poco meritorio (...). Tratar de darle vuelta a la creatividad y aprender en el camino era algo que, al final, también significaría para mis hijos sentirse orgullosos. Yo tengo esa responsabilidad.
—¿Cómo lidias con el 'hate'?
—Al inicio sí me chocaba, me generaba cólera, no entendía. Yo he sido usuario, sigo siendo usuario, pero nunca le metí 'hate' a nadie. No porque sea buenito ni nada, simplemente me parece una pérdida de tiempo. Y una cosa que me repetían mucho al principio era “Viejo haciendo tonterías”.
Entonces, me bajaba, no lo voy a negar. Desconocía cómo eran las redes, pero empecé a bloquear gente, algo que se interpretaba como una falta de humildad. Yo entendí que era una herramienta: YouTube y todas las redes te ofrecen la oportunidad de bloquear gente, todas sin excepción. Que alguien te diga que, si tú bloqueas, es porque no eres humilde es mentira, es una manipulación.
—Cuidas tu salud mental…
—Sí, sí. He pasado por el 'hate' clásico, lo que te acabo de comentar, y también he pasado por el hecho de que me amenacen de muerte.
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Los riesgos en el ciberespacio y en las tribunas de la realidad se fortalecen con temores personales: “Le tengo fobia a los aviones”, entona Residente en “Adentro”, lo suscribe Juanma Mejía mientras viste una gorra con la R.
—¿Cómo haces para conseguir los contactos, sobre todo de los sitios más peligrosos?
—Al inicio nomás decidí que no podía vivir preocupado. Yo voy a un lugar a grabar y, créeme, no me asusto mucho. Si voy a perder, voy a perder. Claro, lo que yo espero es que pierda equipos (...). Por ejemplo, yo fui con mi amigo Julio a ver las covachas, empezamos a avanzar sin conocer a nadie. Entonces por ahí uno mira: “Toma, tu propina. Yo te apoyo, tú me apoyas”. Yo soy de barrio.
—¿Cuáles han sido los peligros más notables en estos años?
—Dos de las cosas que siempre recuerdo: la primera, nos metimos en un lugar en el cual había huaqueros, era el pueblo abandonado de Huayuri (...). Y en un cementerio en San Juan, donde salió una persona con un cuchillo.
En el escenario de traficantes, Juanma Mejía y su amigo se hicieron pasar por fotógrafos y congeniaron con un líder que los llevó a una sala de baja luminosidad y les invitó café. “Nos van a envenenar”, pensaron. Pero salieron libres después de una conversación extensa. En el cementerio, sin embargo, el youtuber estaba solo y, para sortear el susto, usó la estrategia: “Me dijo: ‘Vamos a fumar’. Le di un sol. Cuando estuve caminando, había una especie de plataforma de concreto y en la parte de abajo había como cinco o seis fumando. Siempre estuve metido entre ellos y no me di cuenta”.
De lo que sí se ha dado cuenta ahora, al mirar con distancia la infancia y adolescencia, es de que sus carencias en estas primeras etapas le han otorgado el tacto para tratar con sus entrevistados: “Yo he ido a recoger mis juguetes de la basura; he recogido mi ropa de la basura. En esa época era muy normal en los conos que los vecinos tiraran en las pampas basura y la quemaran. Y yo iba y con un palo antes de que se termine de quemar y buscaba lo que podía rescatar para mí, de ahí saqué una camiseta del Real Madrid. A mí me encanta el fútbol, creo que hubiese sido bueno con apoyo”, confiesa.
Menciona también la vez que vigiló unas zapatillas por horas, luego de que su dueño, un jugador de frontón, las desechara: “Las tiró en el tacho de los papeles. Esperé a que todos se fueran para zambullirme de cabeza a la basura, sacar las zapatillas y pintarlas”. Cuenta estas andanzas con entereza, con la misma entereza con que enumera las prioridades en su vida: Dios, familia y trabajo.
—¿Cuáles son tus expectativas para YouTube?
—Yo espero seguir viajando. Primero el Perú, no tengo el afán de ir al extranjero. Sí me gustaría, este ya es un deseo mayor, dedicarme a la parte creativa en algún lugar. A mí no me interesan mucho las cámaras en el sentido de figurar. Si alguien me dijera: “Oye, tengo este proyecto, imaginemos en la tele, queremos que seas parte de este equipo creativo”, y mi crédito no va a aparecer ni en la esquina, yo sería muy feliz. Entonces, creo que ese sería el epílogo perfecto para YouTube.