Siempre recuerdo con emoción mis visitas a El Carmen, Chincha. A la familia Ballumbrosio, desde luego, le debo mucho de esos lindos recuerdos. El Centro Cultural Amador Ballumbrosio, desde su aparición, refugia música, danza y tradiciones arraigadas. El nombre proviene del gran músico y zapateador Amador, padre de Miguel, quien fundó el centro junto con su esposa, Silvia. Ambos aceptaron conversar conmigo y contarme un poco de sus propuestas como gestores culturales.
Esta idea del centro cultural —me cuentan— nació mientras ellos vivían en el extranjero, en donde se conocieron. Miguel emigró a España en 1999 y más tarde a París, en donde bebió de muchas culturas, sin nunca dejar de difundir la tradición afroperuana. Las experiencias culturales europeas les permitieron visualizar la posibilidad de crear un centro cultural en El Carmen, que sea similar a los de allá. El propósito era romper estereotipos y establecer un bastión, en el que la identidad del pueblo pudiera prosperar, honrando la memoria de su padre, Amador Ballumbrosio, figura fundamental en la preservación de la tradición del zapateo y el violín en la región. La visión se fortaleció cuando Miguel conoció a Silvia, originaria de Francia, quien aportó nuevas ideas y perspectivas al proyecto. A través de años de esfuerzo y el apoyo invaluable de generosos padrinos españoles, el sueño tomó forma, adquiriendo terreno y materializando el centro cultural.
Silvia me cuenta que el centro también tiene proyectos relacionados con la educación en salud sexual y reproductiva para jóvenes. La tasa de embarazos adolescentes en la zona ha disminuido en un 80% gracias a los programas educativos y el apoyo de profesionales de la salud. “Cuando llegamos, la tasa de embarazos jóvenes de niñas, antes de 16 años, era de hasta ocho niñas por año. Este año fue una sola”, me cuenta Silvia. “Hacemos charlas en el colegio, tenemos una permanencia nueve veces por semana y un grupo de chicas que trabaja con nosotros en el colegio mismo. Ellas atienden directamente a los chicos en el colegio, pero estamos en contacto constante. Cuando hay cosas más fuertes o más complicadas, ya se comunican con nosotros. Trabajamos con una psicóloga y una obstetrista, y así tratamos ese tipo de problemas”, explica.
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También han articulado un centro de salud con horario abierto e independiente para que los jóvenes puedan ir cuando no estén sus padres para atenderlos.
Además, el centro cultural se ha sumergido en proyectos de reforestación: plantaron árboles en colaboración con la comunidad.
Los talleres de verano y la escuela de música, que enseña percusión, violín y baile, son fuentes de inspiración y educación constante para la gente de El Carmen. Miguel y Silvia también resaltaron el compromiso del centro con la preservación de la tradición musical de El Carmen, especialmente en lo que respecta al zapateo y al violín. La familia Ballumbrosio ha dedicado esfuerzos considerables para proteger esta expresión única de la influencia andina en la cultura afroperuana. A través del centro cultural, buscan desafiar los estereotipos y resaltar el valor del aporte andino en la tradición local. “Tenemos un archivo de música y de fotos enorme sobre lo que es la tradición de El Carmen desde los años 70. Además, hay una biblioteca con más de 3.000 libros. De hecho, a raíz de que ya hemos recaudado muchísimos libros por donaciones, hemos abierto una biblioteca en un pueblo joven en el que empezamos con el proyecto de la arbolización. Se llama Biblioteca Guadalupe”, cuenta Silvia.
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Miguel explica que en la tradición del zapateo uno se acerca desde muy temprana edad. A él se la transmitió su padre. “Dentro de la tradición del zapateo, del atajo negrito, tradicionalmente lo que hacen los padres es darte como ofrenda a una institución de zapateo. A mí me dieron como ofrenda al primer atajo del negrito de El Carmen cuando yo tenía 4 años, entonces —hace la cuenta—; ya llevo 44 años que vengo zapateando… De una u otra manera, los padres daban como ofrenda a sus hijos para que sean un lazo directo con la religiosidad, una protección, una bendición para el hogar. Eso, hoy por hoy, se mantiene. Algunos padres que saben las costumbres lo siguen haciendo”.
¿Pero en El Carmen todos zapatean?, le pregunto. Responde que todos están de una u otra forma dentro de la tradición, no solamente porque zapatean, sino también porque son padrinos o acompañan en el momento de la romería en las fiestas. El centro cultural se convierte así en un guardián de la tradición y lucha contra la comercialización y la distorsión de la autenticidad cultural. Miguel explica que la parte del violín en El Carmen es importante para reivindicar el aporte andino dentro de la tradición. “Se sabe mucho de la cultura o música afroperuana, pero nosotros tratamos de reivindicar el encuentro entre lo negro y lo andino”, declara. “Todo el mundo sabe que Amador ha sido violinista y zapateador, pero nadie asimila ese aporte andino dentro de lo que hacía. No se asimila como tal”.
Ambos coinciden en que, en el futuro de la música autóctona de los pueblos, la tradición va a ser la única que va a perdurar. Esto lo piensa por el cuidado que ellos dan como familia y como centro cultural. “Nos encargamos de proteger para no desvirtuar esa tradición. Se supone que la han convertido en patrimonio inmaterial de la humanidad. Muchas escuelas de folclor se sienten con el derecho de llevar eso al escenario, pero ya cuando haces una puesta escénica a una tradición autóctona la tratas de pulir para la visión comercial. No es eso. Hemos tenido un montón de peleas con instituciones que supuestamente nos protegen, pero patrocinan este tipo de eventos lucrativos con ellos. Nosotros cuidamos y defendemos nuestra tradición para que siga viva”, dice Miguel. Dentro de la historia de esclavitud en el Perú y en muchos lugares de Latinoamérica, existen estas manifestaciones culturales que tienen sincretismo y la religiosidad. Estas, como dice Miguel, tienen vigencia muchas veces por ese vínculo espiritual o de compromiso ancestral.
El Centro Cultural Amador Ballumbrosio ha logrado avances significativos. Recientemente, ganó un incentivo estatal para adquirir equipo de sonido propio. Este hito permite a la institución organizar conciertos sin depender del alquiler de equipos externos. Sin embargo, Miguel resalta la necesidad de mayor apoyo estatal y protección para las tradiciones locales. La falta de recursos y respaldo ha dejado a tradiciones como el atajo de Negrito Amador luchando por su supervivencia. Por ello, Miguel y Silvia insisten en la importancia de preservar la autenticidad de las tradiciones, evitando su explotación comercial.