Era poeta, escritora, ensayista y promotora de la cultura peruana. María Jesús Wiesse Romero nació en Lima (Lima, 1894 -1964), además de creadora de ficciones, hizo periodismo en revistas como Variedades, Mundial y por supuesto José Carlos Mariátegui publicó sus artículos en la revista Amauta. Escribió propiamente en casi todos los géneros literarios. Además de novelas como Rosario y Diario sin fechas, poesía como Rosa de los vientos y Estancias o ensayos El mensaje de la música y Vida del Perú y de su pueblo, escribió cuentos. Entre ellos destaca Quipus relatos peruanos para niños, publicado en 1936 con ilustraciones de José Sabogal, esposo de la autora.
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Quipus, ahora reeditado por SM, reúne una serie de relatos que presentan la historia del Perú prehispánico. Geografía, historia, naturaleza, mitología, tradiciones y costumbres, todo ello para ofrecer a los niños de cómo se fue formando nuestro país desde los tiempos inmemoriales. Aquí le entregamos el primer capítulo de este hermoso libro de María Wiesse.
EL PAÍS DEL SOL
Había una vez, y de esto hace miles y miles de años, un gran país, en el que no habitaba criatura humana alguna.
En el cielo de un azul purísimo el sol resplandecía y derramaba su luz vivificante sobre los árboles, sobre las plantas y sobre los animales, pero en la región no había una sola criatura humana, que recibiese la luz bienhechora del sol…
Y pasaron las mañanas y pasaron las tardes y las noches, que formaban el cortejo monótono y largo de los meses y de los años y el sol brillaba tan solo para los grandes bosques y la floresta exuberante; para los campos incultos, donde erraban gigantescos y extraños animales; para los rudos picachos de las sierras y las playas bañadas por el mar.
Aquel país – donde no había un solo hombre – era un inmenso territorio de una maravillosa variedad de climas, paisajes, fauna y flora. Era un territorio compuesto de tres regiones, que tenían cada una su fisonomía y su aspecto propios; tres regiones tan distintas entre sí, que hubieran podido hacer tres países y que, sin embargo, formaban un solo todo vastísimo, hermoso y de gran riqueza.
La costa: suaves llanuras, un cielo pálido, de delicados tonos grises, valles floridos, arenales desolados, playas de doradas arenas. El calor fuera tremendo si del océano no vinieran frescas brisas, brumas que hacen más agradable la temperatura. La costa principia en las playas, donde mueren las olas y termina al pie de la gran cadena de montañas; al pie de la Cordillera de los Andes.
Y se levanta altiva, imponente, bravía la sierra con sus picos audaces, sus gargantas profundas, sus cumbres resplandecientes de inmaculada blancura – la nieve ha revestido para siempre los cerros -, sus ríos que descienden cantando por valles y quebradas. En la sierra los valles son más floridos, más risueños que en la costa y el firmamento es de un azul intenso, de una transparencia de cristal. Los campos, que gozan de lluvias frecuentes y copiosas, son de un verde limpio y tierno.
En las mesetas o altiplanicies de la Cordillera sopla un viento helado y no crecen ni árboles ni plantas; solo prospera una yerba menuda y un árbol pequeñito; es la Puna áspera y desolada. Y en una de aquellas altísimas mesetas brilla, como una piedra preciosa, un lago extenso y profundo como el mar y en cuyas aguas serenas se refleja el azul maravilloso del cielo.
La región oriental de ese inmenso país está cubierta de árboles, de plantas, de verdura exuberante y espléndida. Es la selva, mundo misterioso y enorme, que encierra un tesoro de riquezas y vegetales.
Allí en la selva, en el oriente, el sol quema; el sol alumbra con violencia, con exceso. Y las lluvias caen tan copiosas, que inundan la espléndida floresta. Los ríos corren, arrastrando abundante caudal de agua. Todos van a formar el río, que tiene más agua del mundo; un río, que en el transcurso de los siglos, será uno de los caminos del continente americano.
Ese maravilloso y vastísimo país de playas, llanuras, valles, cerros, montañas, bosques, lagos y ríos; ese país que esperaba al hombre era lo que es hoy nuestra patria; era el Perú.