El gesto solidario de Miguel Grau Seminario en el combate naval de Iquique, aquel miércoles 21 de mayo de 1879, ha quedado en la historia como un acto magnánimo de respeto por la vida de un enemigo. Eran días de guerra y el almirante ordenó rescatar a 62 náufragos de la hundida Esmeralda, y entregar los restos de su comandante, Arturo Prat, a su viuda.
Han pasado 140 años de ello y el gesto del héroe de Angamos es visto hoy como un acto enmarcado en el Derecho Internacional Humanitario.
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En abril apenas, Grau fue declarado por la Sociedad Peruana de la Cruz Roja -fundada en 1879- “Precursor Calificado del Derecho Internacional Humanitario en Combate Marítimo”.
Recordemos. Iquique era un importante puerto para el Perú, como el Callao o Paita, y por ello la consigna era recuperar el control de esta zona. Con esa misión, la escuadra peruana, integrada por el monitor Huáscar y la fragata Independencia, zarpó del Callao.
A la altura de Atico (Arequipa), se cruzaron con las naves enemigas, pero al parecer por la distancia y la neblina el Huáscar no fue visto por los blindados chilenos.
Entonces se informa a Grau que Iquique estaba custodiado por las corbetas chilenas la Esmeralda y la Covadonga.
El almirante recibe la orden del presidente Mariano Ignacio Prado de recuperar el puerto, ante lo cual la Covadonga huye hacia el sur perseguido por el Independencia, que luego encalló al estrellarse en unas rocas.
Al quedar frente a frente, se desató el combate entre el Huáscar y la corbeta Esmeralda, al mando esta del capitán de fragata Arturo Prat Chacón.
Luego de unos minutos, ante la ineficacia de los disparos de nuestros artilleros, Grau opta por usar el espolón del Huáscar para embestir al adversario. En el tercer intento impactó el costado de la nave chilena y la hundió.
Entonces surge la magnanimidad del almirante. “Miguel Grau rescata a los sobrevivientes, entre oficiales, subalternos y marineros; los testimonios tanto de peruanos y de chilenos sostienen que la armada nacional los trató bien, les dieron abrigo, y fueron llevados a tierra”, señala el capitán de corbeta Michel Laguerre, jefe del Departamento de Asuntos Históricos de la Marina de Guerra.
“¡¡Viva el Perú generoso!!, exclamaban los sobrevivientes chilenos, mientras eran llevados al puerto", agrega Laguerre.
¿Y qué pasó con Arturo Prat? El capitán de fragata chileno, según quedó registrado, cayó muerto al producirse el segundo embate del Huáscar sobre La Esmeralda. Al parecer intentó abordar el monitor y fue enfrentado por un marinero peruano.
“El almirante Grau no se dejó llevar por las emociones; su fe, corazón y razón, se conjugaron en ese momento. Nunca perdió el control, ni siquiera en los momentos más terribles de la guerra”, señala Laguerre.
Así, dejando de lado las costumbres de la época, Miguel Grau rescató a los sobrevivientes, recuperó el cuerpo de Arturo Prat y envió a su viuda, Carmela Carvajal, la espada, el escapulario, pañuelo y guantes del militar chileno.
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Las famosas cartas que acompañaron ese gesto son hoy el testimonio de la calidad humana del héroe peruano.
A bordo del monitor Huáscar, Miguel Grau escribió:
Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a usted y siento profundamente que esta carta, por las luchas que va a rememorar, contribuya a aumentar el dolor que hoy, justamente, debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado, que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre las naves peruanas y chilenas, su digno y valeroso esposo, el Capitán de Fragata don Arturo Prat, Comandante de la “Esmeralda”, fue, como usted no lo ignorará ya, víctima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su Patria. Deplorando sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo con el penoso deber de enviarle las, para usted, inestimables prendas que se encontraron en su poder y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán indudablemente de algún pequeño consuelo en medio de su gran desgracia, y para eso me he anticipado a remitírselas.
Ante la sentida misiva, la viuda de Prat, respondió:
Recibí su fina y estimada carta fechada a bordo del "Huáscar", el 2 de junio del corriente año. En ella, con la hidalguía del caballero antiguo, se digna usted a acompañarme en mi dolor, deplorando sinceramente la muerte de mi esposo, y tiene la generosidad de enviarme las queridas prendas que se encontraron sobre la persona de mi Arturo, prendas para mí de un valor inestimable, por ser, o consagradas por su afecto, como los retratos de mi familia, o consagradas por su martirio, como la espada que lleva su adorado nombre.
Como se advierte, la viuda del comandante chileno fue la primera persona que le dio a Grau el título que hoy va unido a su nombre, al llamarlo 'caballero antiguo'.
Reconoció así la grandeza del almirante peruano tras la muerte de su esposo. Y poco después, con la partida de Grau, quedó para siempre el título que la historia le ha otorgado: "Caballero de los Mares".
Antes de partir hacia Iquique, el ministro de Guerra y Marina de entonces entregó once instrucciones a Miguel Grau. En la última se agregaba: “En los casos no previstos en estas instrucciones, procederá usted como mejor convenga al éxito de su comisión, confiando el Supremo Gobierno en su reconocida experiencia y discreción”.
Grau no tenía entonces la obligación de rescatar náufragos o respetar la vida de sus adversarios, pero lo hizo por un tema de humanidad.
Para entonces ya existía la Convención de Ginebra (desde 1864), pero el Perú recién se adhirió a ella en 1880 (un año después de lo de Iquique), y solo normaba el derecho humanitario en batallas en tierra.
El Perú se plegó a la convención para la guerra marítima tras las conferencias de La Haya de 1899 y 1907, más de 20 años después de la muerte de Grau.
“El almirante pudo acribillar a los náufragos, pudo hundir buques sin pedir que los tripulantes salgan, en aquellos años era válido, pero el héroe no caía en los excesos de la guerra. Sin existir un código escrito, lo hizo por su condición humana; la bitácora del Huáscar registra a 62 náufragos chilenos rescatados", indica Michel Laguerre.
Por sus actos, se espera que el héroe sea declarado, esta vez por la Cruz Roja Internacional, como Precursor del Derecho Internacional Humanitario. Al mismo tiempo, la Marina de Guerra ha presentado, vía Ministerio de Defensa, un proyecto de ley para que el Estado reconozca a Grau como tal.
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El teniente primero Pedro Gárezon, último oficial del derrotado monitor Huáscar, dos días después del combate de Angamos, envió un informe al capitán de fragata Melitón Carbajal informándole sobre los sucesos del 8 de octubre de 1879.
En la misiva, Pedro Gárezon, quien estuvo preso en Chile, informó que el Huáscar no se hundió en combate, pese a que los sobrevivientes peruanos intentaron sumergirlo.
“Una vez a bordo, los oficiales que conducían obligaron a los maquinistas, revólver en mano, a cerrar las válvulas, cuando ya teníamos cuatro pies de agua en la sentina y esperábamos hundirnos de un momento a otro. Procedieron activamente a apagar los varios incendios que aún continuaban y nos obligaron pasar a bordo de los blindados junto con los heridos”, anotó Gárezon en su informe.
El Huáscar pasó a convertirse en una presa para la armada chilena, la cual lo utilizó algunos meses después para atacar bases militares peruanas.
Tomado del blog “Perú Bicentenario”.
- Homenaje. La Marina de Guerra conmemora hoy la gesta heroica de Miguel Grau y su aniversario institucional, en la Plaza Grau del Callao.
- Museos navales. Durante el mes de octubre habrán visitas guiadas gratuitas a los museos en Callao, Lima y Piura.