Los pronósticos señalan que este fin de semana debe superar los 400.000 espectadores. Hasta el jueves había llevado 385.000 personas. Chabuca, el biopic de Ernesto Pimentel, producido por Tondero y por la misma figura de América Televisión, desde su estreno, el 11 de abril, transita con bastante controversia, morbo, homofobia y curiosidad sin límites. Conversamos con el guionista y dramaturgo Eduardo Adrianzén para que dé una mirada a este fenómeno y tema de conversación en todas las mesas y redes sociales.
“A mí, en general, debo decir, disclaimer, que la película me gusta, me parece interesante. Es una película bien hecha, bien actuada, producida, que tiene obviamente un punto de vista. A mí me hubiera gustado que se hable más de la tele, pero no se puede porque, primero, quizás no había tiempo; segundo, porque de todas maneras la televisión es un medio en el cual Ernesto trabaja y no es el tema que le interesa. En todo caso, no es para él un punto argumental que le interese porque finalmente la película es la película de él”.
—¿Qué crees que pasó? ¿En qué momento ese interés es exponencial?
—La película habla parte de la vida de él. Y el personaje está basado en una relación real que él tuvo. A partir de ahí se arma toda una reacción en cadena por la vocación maravillosa que tiene el Perú, sobre todo Lima, de armar una narrativa de la chismografía y del ‘Oh, pero esto fue así, fue asá’. Entonces, se hace contraposición, vuelve algo de lo que ya nadie se acordaba, de que esa persona existió, de que sacó un libro, se resucita por el puro morbo del chisme de la habladuría y toda esa cosa tan limeña, tan Ña Catita de querer hablar de algo que no se sabe. La historia de Chabuca es la historia del actor Ernesto Pimentel que cuenta cómo concibe a su personaje Chabuca y de todo lo que se nutre. Lo demás es para mí aire y baba.
—Hay gente que está recordando cosas de esa época...
—Esa es la comarca virreinal, chismosa, de la cual todo el mundo cree que tiene algo que decir. Eso es tan limeño como la mazamorra. Hay gente que vive de eso y que ha hecho de eso su propia industria personal también. Es gente que ha usado esta particular obsesión limeña de la chismografía y del juicio de la vida ajena como su empresa personal, entonces, evidentemente, esto ha dado en la yema del gusto para que hable hasta el gato. Ernesto es la pera de boxeador porque tiene éxito y se acabó.
Eduardo Adrianzén: “A mí, en general, debo decir, disclaimer, que la película me gusta, me parece interesante. Es una película bien hecha, bien actuada, producida, que tiene obviamente un punto de vista".
—¿Y la ola homofóbica?
—Eso ha existido siempre. Mi teoría es que se han tragado a Ernesto con soda, se lo tuvieron que bancar porque es un personaje simpático que hace bien su chamba y se abstraen de que en realidad es un actor drag y eso es como ‘ah, oh’. Y hay una varita mágica que dice ‘pero es homosexual que tiene un gran éxito en televisión’. Lo ha sido toda la vida, y sin embargo es como encontrar un hilito para ver cómo friego a alguien y revienta todo esa homofobia que se mantiene en un nivel como aparte. Pero es la realidad. Ernesto siempre ha sido un drag con un programa de televisión y a todo el mundo le parecía divertidísimo, y ahora, de pronto, qué pasa. Es como encontrar algo a ver cómo te voy a fregar porque tienes un flanco y es ahí donde voy a tirarte el alfiler o el cuchillo.
—El juicio de la vida ajena ha desbordado. Todo el mundo opina.
—Las redes necesitan una pera de boxeador de vez en cuando, alguien a quien liquidar. El limeño era feliz de ver cómo quemaban en la Inquisición a una bruja. Nada le fascina más en la vida. Pero esto no es solo del peruano. La fascinación de ver a alguien quemado, torturado, viene del Coliseo Romano, pero, digamos, ir a ver la guillotina era ir a una fiesta. El ver a otro destruido es una manera de botar una agresividad muy fuerte que todos los humanos tenemos. ¿Cómo llamarlo? Es un universo extraño de la gente que vive y que hace de la destrucción del prójimo su empresa. Entonces, una vez instalado eso y no solamente en Perú, se convierte, claro, en la presa del mes, y si hay una película de por medio, y si hay persona de mucho éxito de por medio, es la víctima perfecta. La hoguera necesita un personaje que el machismo peruano quiere quemar, eso es. Y el público lo va a pedir hasta que se aburra, pero va a pasar y ya vendrá otro.
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—¿Nos hemos visto más virreinales que nunca?
Creo que nunca hemos dejado de ser virreinales. Y eso es muy limeño, no de regiones, al menos eso me da la impresión. Creo que es limeñísimo esto de ver qué pera de boxeador tengo estos días para destruirlo y para botar allí la agresividad, los prejuicios y toda la parte cochina que se tiene y que los humanos tenemos, pero que en este caso se agarran, claro, porque es alguien popular como el caso de Pimentel. El pretexto siempre será que hay que hacer justicia con el que falleció, además, una muerte trágica, triste. El resto para otros que quieren ganarse alguito porque hay un huevo de gente que quiere ganarse alguito. Pimentel tiene tan claras sus prioridades, su chamba, él ya hizo lo que quería. Hizo su película con su testimonio de vida como él quería contarla y eso ya lo logró. Y es un éxito, bacán.