La respuesta de sectores comerciales e industriales a la invasión de Rusia en territorio ucraniano fue categórica. El objetivo de Occidente, claro está, es aislarla de los diferentes mercados internacionales. Es así que, entre otras muchas, empresas tecnológicas como Google, Apple, Meta o Netflix no operan en el país que preside Vladímir Putin.
No solo servicios de streaming han rescindido sus contratos, sino también estudios de cine como Paramount, Warner Bros y Sony anunciaron que no enviarán nuevas cintas a Rusia. Es decir, no se podrán emitir estrenos de manera legal de las últimas películas que sí se pueden ver, por ejemplo, en territorio peruano.
Frente a la merma, la Asociación de Propietarios de Cines en Rusia, un organismo que tiene 700 salas y 2.600 pantallas, emitió un comunicado en el que indicó la amenaza de colapso de la industria, que no se puede sostener solo con producciones locales.
“Desgraciadamente, la cantidad y la calidad de las películas rusas que se estrenan al público no satisfacen toda la demanda de contenidos de los cines”, explicaron sus responsables.
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A finales de marzo de 2022 el Gobierno ruso aprobó ignorar el copyright frente a las sanciones que sabía que iban a seguir en escala. Eso favoreció la piratería de películas que se hizo desde los cines de Rusia. Según informó el Times, diversos grupos en internet se organizaron para alquilar salas de cine y proyectar filmes descargados de internet.
Un ejemplo fue lo ocurrido en el cine de Ekaterimburgo, al centro-oeste de Rusia. Allí se utilizó la difusión de redes sociales para promocionar la venta de entradas de The Batman.