Un nuevo estudio sugiere que los dinosaurios depredadores, como el Tyrannosaurus rex, no tenían los dientes permanentemente expuestos como se representa en las películas. Al contrario, tenían labios escamosos, similares a los de los lagartos, que cubrían y sellaban sus bocas, según publican los investigadores en la revista Science.
Investigadores y artistas han debatido si los dinosaurios terópodos, el grupo de dinosaurios bípedos que incluye carnívoros y depredadores superiores como el T. rex y el velociraptor, así como las aves, tenían bocas sin labios en las que los dientes superiores perpetuamente visibles colgaban sobre sus mandíbulas inferiores, similar a la boca de un cocodrilo.
Sin embargo, un equipo internacional de investigadores cuestiona ahora algunas de las representaciones más conocidas y afirma que estos prehistóricos animales tenían labios parecidos a los de los lagartos y a los de su pariente, el tuatara —un raro reptil que sólo se encuentra en Nueva Zelanda—, que son los últimos supervivientes de un orden de reptiles que prosperó en la era de los dinosaurios.
En el estudio más detallado realizado hasta ahora sobre este tema, los investigadores examinaron la estructura de los dientes, los patrones de desgaste y la morfología de la mandíbula de los grupos de reptiles labiados y no labiados y descubrieron que la anatomía y funcionalidad de la boca de los terópodos se parece más a la de los lagartos que a la de los cocodrilos. Esto implica tejidos bucales con labios escamosos que cubren sus dientes.
Estos labios probablemente no eran musculosos, como en los mamíferos. La mayoría de los labios de los reptiles cubren los dientes, pero no pueden moverse de forma independiente: no pueden doblarse hacia atrás en forma de gruñido ni realizar otros movimientos que asociamos a los labios de los humanos u otros mamíferos.
Películas y documentales nos han hecho creer que los T. Rex tenían dientes que sobresalían de su boca. Foto: CBC
El coautor del estudio, Derek Larson, director de Colecciones e Investigador en Paleontología del Museo Real de Columbia Británica (Canadá), apunta que "a los paleontólogos les suele gustar comparar animales extinguidos con sus parientes vivos más cercanos, pero, en el caso de los dinosaurios, sus parientes más cercanos han sido evolutivamente distintos durante cientos de millones de años y hoy están increíblemente especializados".
Otro coautor, el doctor Mark Witton, de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), comenta que "los artistas de dinosaurios han ido y venido sobre los labios desde que empezamos a restaurar dinosaurios durante el siglo XIX, pero los dinosaurios sin labios se hicieron más prominentes en las décadas de 1980 y 1990. Entonces se arraigaron profundamente en la cultura popular a través de películas y documentales.
"Curiosamente, nunca hubo un estudio o descubrimiento específico que instigara este cambio y, en gran medida, probablemente reflejaba la preferencia por una nueva estética de aspecto feroz más que un cambio en el pensamiento científico. Estamos cambiando esta representación popular cubriendo sus dientes con labios de lagarto. Esto significa que muchas de nuestras representaciones favoritas de dinosaurios son incorrectas, incluido el icónico T. rex de Jurassic Park", apunta.
Los resultados descubrieron que el desgaste de los dientes en los animales sin labios era notablemente diferente del observado en los dinosaurios carnívoros y que los dientes de los dinosaurios no eran más grandes, en relación con el tamaño del cráneo, que los de los lagartos modernos, lo que implica que no eran demasiado grandes para cubrirlos con labios.
Además, la distribución de los pequeños orificios alrededor de las mandíbulas, que suministran nervios y sangre a las encías y a los tejidos que rodean la boca, era más parecida a la de los lagartos en los dinosaurios que a la de los cocodrilos. La modelización del cierre bucal de las mandíbulas de terópodos sin labios mostró que la mandíbula inferior tenía que aplastar los huesos de soporte de la mandíbula o desarticular la articulación de la mandíbula para sellar la boca.
"Como le dirá cualquier dentista, la saliva es importante para mantener la salud de los dientes. Los dientes que no están cubiertos por los labios corren el riesgo de secarse y pueden sufrir más daños durante la alimentación o la lucha, como vemos en los cocodrilos, pero no en los dinosaurios", explica Kirstin Brink, profesora adjunta de Paleontología de la Universidad de Manitoba (Canadá) y coautora de la investigación.
Según apunta, "los dientes de los dinosaurios tienen un esmalte muy fino y los de los mamíferos, grueso (con algunas excepciones). El esmalte de los cocodrilos es un poco más grueso que el de los dinosaurios, pero no tanto como el de los mamíferos. Hay algunos grupos de mamíferos que sí tienen el esmalte expuesto, pero su esmalte está modificado para soportar la exposición".
Por su parte, Thomas Cullen, profesor adjunto de Paleobiología en la Universidad de Auburn (Estados Unidos) y autor principal del estudio, sostiene que "aunque en el pasado se ha argumentado que los dientes de los dinosaurios depredadores podían ser demasiado grandes para estar cubiertos por los labios, el estudio demuestra que, en realidad, sus dientes no eran atípicamente grandes".
"Incluso los dientes gigantes de los tiranosaurios son proporcionalmente similares en tamaño a los de los lagartos depredadores vivos cuando se comparan por el tamaño del cráneo, lo que rechaza la idea de que sus dientes eran demasiado grandes para cubrirlos con los labios", resalta.
Los resultados aportan nuevas ideas sobre cómo reconstruimos los tejidos blandos y el aspecto de los dinosaurios y otras especies extinguidas. Esto puede contribuir información crucial sobre cómo se alimentaban, cómo mantenían su salud dental y los patrones más amplios de su evolución y ecología.