La ocupación de las tropas rusas en la ciudad de Chernóbil ha sido un punto controversial en la guerra entre Rusia y Ucrania desde el primer día del conflicto. El motivo se debe a que la ciudad ucraniana es un lugar crítico de contaminación radiactiva desde 1986, cuando ocurrió un accidente en el reactor número 4 de su central nuclear.
La tragedia está tan fresca en la memoria de la personas que aún resulta una pesadilla imaginar una catástrofe similar en la presente década.
El 25 de marzo, un reportaje publicado en Science, informó que ha desaparecido una cantidad desconocida de elementos radiactivos de un laboratorio del Instituto para Problemas de Seguridad de las Centrales Nucleares (ISPNPP), cercano a la central nuclear de Chernóbil.
El material incluía isótopos radiactivos y elementos químicos radiactivos que son empleados como material de calibración para instrumentos de laboratorio, según Anatolii Nosovskyi, director del ISPNPP.
El informe también ha sido confirmado por NewScientist, quien recogió la declaración de otro científico de la misma institución que prefirió mantenerse bajo anonimato.
Nosovskyi aseguró también haber perdido contacto con otro laboratorio del ISPNPP que posee materiales aún más peligrosos, como “fuentes de radiación gamma y de neutrones” y cimientos radiactivos sobrantes del reactor 4. Su ubicación actual aún resulta incierta.
Ante este hecho también han surgido temores entre los científicos sobre el peligro que representa que estos materiales dañinos para la salud estén en manos desconocidas en un contexto de conflicto bélico.
Según Bruno Merk, catedrático en modelado computacional para ingeniería nuclear en la Universidad de Liverpool, la pérdida de los restos radiactivas no representa ninguna amenaza nuclear, ya que no contiene plutonio ni uranio, elementos radiactivas utilizados para fabricar este tipo de artillería.
Imagen de archivo de la zona de exclusión de Chernóbil. Foto: Europa Press
En ese sentido, todo lo que probablemente se encuentre en los laboratorios y oficinas de los alrededores de Chernóbil no sería más peligroso que los materiales utilizados, por ejemplo, en equipos médicos u obras de construcción, afirma Merk.
Además, los instrumentos de calibración usualmente tienen cantidades muy pequeñas de materiales radiactivas, aseguró Edwin Lyman, físico y director de seguridad de energía, al portal Live Science.
Sin embargo, a pesar de que el material no sea útil para fabricar armas nucleares, sí puede tener un uso (aunque limitado) en la construcción de “dispositivos de dispersión radiológica” (bombas sucias o RDD, por sus siglas en inglés).
A diferencia de armas convencionales, las bombas sucias emplean explosivos que al estallar dispersan humo o polvo radiactiva. Su mayor peligro radica en la explosión misma, ya que la dispersión radiológica solo puede extenderse a unos metros del impacto, asegura la Comisión Reguladora Nuclear de los Estados Unidos.
Además, a medida que el material radiactivo se propaga, se vuelve menos concentrado y menos dañino de lo que ya son los pequeñas niveles de radiación que emplea.
Hasta la fecha, no hay ningún indicio de ofensiva en Chernóbil por parte de Rusia pese a que ha sido ocupado durante más de un mes. Este 31 de marzo, además, los militares rusos abandonaron la zona de exclusión hacia Bielorrusia, según indicó el regulador ucraniano Energoatom.