Una joven de 24 años tomó un medicamento contra la migraña y desarrolló un cuadro de ergotismo, un extraño mal de la Edad Media, según recoge la revista New England Journal of Medicine, en su publicación del último 22 de julio.
La paciente, que nació con VIH y llevaba un tratamiento con antirretrovirales, tomó ergotamina tras presentar fuertes dolores de cabeza; sin embargo, cuatro días después, sintió ardor en las piernas y perdió la sensibilidad en una de ellas.
También tenía problemas para caminar y ambas extremidades estaban frías al tacto, describen los autores del Government Medical College en Thiruvananthapuram, sur de la India.
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Según la publicación, la joven fue diagnosticada con ergotismo, también conocido como el incendio de San Antonio, una condición ahora poco común, pero que causó brotes misteriosos en la Europa medieval.
Tradicionalmente es causada por la ingestión de compuestos venenosos producidos por un hongo llamado Claviceps purpurea, que infecta los granos de cereales como el centeno.
En la Edad Media, el mal se propagó luego de que los pobladores comieran centeno contaminado, de acuerdo a la Sociedad Estadounidense de Microbiología (ASM).
Los afectados desarrollaron síntomas desconcertantes, como ardor y gangrena en las extremidades, mientras que otros experimentaron convulsiones y alucinaciones.
A la paciente de este caso le practicaron una tomografía computarizada, la cual reveló que sus se habían estrechado y, por lo tanto, habían reducido el flujo sanguíneo hacia sus piernas, por eso estaban “descoloridas”.
Además, como parte de su tratamiento de VIH se medicaba con ritonavir, un antiviral que bloquea la enzima involucrada en la descomposición de los compuestos del cornezuelo de centeno.
En casos muy puntuales, el ergotismo se desarrolla al tomar este fármaco, por ello los Institutos Nacionales de Salud advierten que las personas no deben tomar ergotamina si también toman ciertos medicamentos para el VIH.
Los médicos le suministraron un anticoagulante llamado heparina, de modo que el dolor disminuyó y sus piernas se calentaron. Sin embargo, el tratamiento no llegó lo suficientemente pronto como para prevenir la gangrena en uno de los dedos de su pie izquierdo, que fue amputado.
De todos modos, una tomografía computarizada (TC) dos semanas después mostró un mejor flujo sanguíneo en ambas extremidades.