Hace seis meses, en Wuhan (China) se reportó el primer caso de un infectado por un nuevo coronavirus —el SARS-CoV-2—. El brote se fue expandiendo a nivel global hasta llegar actualmente a los más de 9,4 millones de contagios y cerca de 500.000 muertes. Desde entonces, la ciencia no ha descansado y cada cierto tiempo ven la luz nuevos estudios sobre este virus.
Recientemente, uno de ellos reveló detalles poco esperanzadores. La investigación, publicada en Nature, describe los casos de 74 pacientes recuperados de COVID-19 cuyos anticuerpos parecen reducirse considerablemente después de los dos a tres meses de superar la enfermedad. Muchos investigadores y medios de comunicación hicieron eco en la posibilidad que abre dicho análisis: la pérdida de la inmunidad.
No obstante, si bien este sí es un riesgo potencial, la investigación solo alude a una parte de esta protección brindada por el cuerpo humano. Exactamente, la que depende de los anticuerpos generados tras una enfermedad.
“El nivel de producción de anticuerpos en una persona se relaciona con la inmunidad, pero no del todo”, asegura a La República el Dr. Javier Tinoco, infectólogo de la Clínica Universidad de los Andes, en Chile.
El sistema inmune tiene cualidades que van más allá de estos anticuerpos iniciales. De hecho, es común que su producción disminuya con el tiempo. Cuando esto pasa, existe otra gran estrategia que emplea el organismo para lograr la ansiada inmunidad y tiene que ver con la memoria.
En su intento por defenderse del invasor, el sistema emplea unas células llamadas linfocitos. Hay muchas variantes de estas, pero dos en especial poseen el poder de ‘recordar'.
Son los linfocitos T y B, cuyas cualidades consisten en reconocer a un patógeno que antes estuvo en el cuerpo. Gracias a esto, el organismo puede producir nuevamente anticuerpos para combatir la infección y ganarle la batalla. Y así evita que el paciente recaiga.
“Cuando el cuerpo se expone nuevamente al antígeno de esa bacteria o virus, el sistema inmune empieza a producir anticuerpos en gran cantidad, incluso si la cantidad inicial decae con el tiempo. A esto se le llama memoria inmunológica”, explica Tinoco.
La duración de la memoria inmunológica varía de acuerdo con la enfermedad. Algunas pueden poseerla por más de 15 años, afirma el infectólogo.
Es más, esta propiedad es el objetivo de las vacunas, declara al respecto el Dr. Jaime Labarca, jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
“La vacuna contra la hepatitis B, por ejemplo, realiza este proceso de sensibilización previa. Tras inocular a la persona, el cuerpo adquiere la memoria y cuando entra en contacto nuevamente con el virus, estimula nuevamente la producción de anticuerpos y lo elimina”, describe.
Otro estudio que respalda el poder de la memoria es uno realizado por médicos del Hospital Universitario de Tubinga, en Alemania. Todavía no ha sido revisado por científicos, pero sugiere una teoría interesante.
Según la investigación, de los infectados de COVID-19 analizados, una parte de ellos no tenía anticuerpos detectables. Es decir que si se les hubiera realizado una prueba de coronavirus, habrían resultados de “falsos negativos”.
Pese a la ausencia de anticuerpos, sí poseían linfocitos de memoria, lo cual los estaría protegiendo de futuras reinfecciones.
Pero eso no es todo, el análisis revela también la presencia de estas células en personas no expuestas al virus. En este punto, los científicos señalan como responsable a la inmunidad cruzada, otra estrategia del organismo para combatir las enfermedades.
La inmunidad cruzada emplea también la memoria, pero basada en otros virus similares al nuevo patógeno. Por ejemplo, hay muchos especialistas que consideran que las personas expuestas a otros coronavirus pueden también desarrollar anticuerpos para el actual SARS-CoV-2.
Por todas estas otras “opciones” para lograr la inmunidad, Labarca resalta que la disminución de anticuerpos no significa necesariamente su pérdida.
“Una cosa es que disminuya la detección de anticuerpos en la sangre después de tres meses y otra cosa que se pierda la capacidad de defensa del organismo. Porque lo primero es común y pasa tanto en la inmunidad natural como en la inmunidad producida por vacunas”, indica.
Aún así, y en vista de que este coronavirus es relativamente nuevo, Tinoco recomienda tomar precauciones.
“No conocemos más sobre la evolución de la COVID-19, pero es bueno anticiparse y tomar el estudio como una orientación. Podríamos continuar con las medidas de aislamiento para evitar los riesgos”, concluye.