Eres la cara de Ponte rosa, la campaña contra el cáncer de mama. ¿Cómo te sensibilizó el tema? Siempre he sido una persona muy sensible y en mi familia todos han tenido cáncer. Mi papá sufre de cáncer a la piel; mi mamá también ha tenido un par un poco fuertes, pero es toda guerreraza y salió al toque. Uno de mis abuelos murió de eso. Tengo amigos que han tenido cáncer y gracias a Dios todos lo han superado, excepto, bueno, Micki Rospigliosi. Era muy amigo mío y murió cuando yo no estaba aquí. ¿Cuál es tu balance del tiempo que estuviste en Los Estados Unidos? Una experiencia riquísima. Para empezar, creo que es lo mejor que pude hacer por mis hijos: enseñarles otra realidad, un país –sin querer ofender– con orden, sin prejuicios. Allá, mis hijos caminaban por la playa y veían una chica en topless o dos gays, y no pasaba nada. Y, claro, la Leslie que escandalizaba con sus locuras allá sería una chica más… ¡Ah, seguramente! Además, las locuras de Leslie de hace veinte años comparadas con las de ahora son un chancay, de una niña de pañales. ¡Porque acá ahora están terribles! (Risas) ¿Sientes que la percepción de la gente ha cambiado sobre ti? Básicamente sí. Todos hemos madurado. Los de mi generación que, de repente, eran más chicos, han crecido y se han dado cuenta: ah, bueno, no era tan loca, pues. Éramos unos niños y hacíamos lo que teníamos que hacer de jóvenes. Pero mucha gente también se ha quedado con la idea de que de repente soy mala o una drogadicta o no sé qué. ¿Sientes que viviste intensamente? Sí, viví intensamente y me encanta. Y sigo viviendo intensamente, pero desde otros ángulos. Me encanta todavía salir, explorar el mundo, ir un poco contra la corriente en algunas cosas. ¿Qué es lo más exagerado que dijeron sobre ti? Ay, no sé, pero alguna vez fui a un cumpleaños y le estaba cambiando el pañal a mi hijo mayor y una persona me dijo: ¡Guau! ¡Quién diría que sabes cambiar pañales! Yo lo miré, me reí, pero por dentro dije: ¡Qué tal estúpido! ¿Cómo no le voy a cambiar el pañal a mi hijo? Al inicio de tu carrera eras el estereotipo de la chica pituca. ¿Lo eras? Mi familia no es una familia pituca, pero, sí pues, soy una chica de clase media alta. Mi familia es súper relax para muchísimas cosas, pero mi mamá, que viene de una familia de diplomáticos, es sumamente estricta en ciertos detalles, como la puntualidad, el cómo vestirte, cosas tontas, formalidades. ¿Eso provocó alguna rebeldía en ti? Algunas veces, claro. Entre mi punto de vista, que no era el del peruano promedio ni de mis padres, y las hormonas revueltas –¡y las mías lo han de haber estado más !– se juntó un torbellino, ¿no? ¿Y entrar a la actuación fue bueno o malo para controlar esa rebeldía? De alguna manera fue mejor, porque me dejaba expresarme un poco como yo era en realidad, a pesar de que estaba haciendo un personaje. ¿Sientes que tras la experiencia de vivir fuera has sentado cabeza? Sí, claro. El peso de los años, la experiencia, hacen que sientes cabeza. No puede ser que reacciones igual a los 20 años como a los 40. Sería ilógico. Entre la madurez que te toca vivir como cualquier persona y haber vivido en un país donde tienes que tener ciertos parámetros, obviamente cambias. ¿Pero tu experiencia en Estados Unidos tuvo su lado duro también ? Habrá habido un par de momentos duros, sí, para qué. La he pasado muy bien, he estado en los mejores sitios, y hubo días en que me tuve que ir con mis chibolos a Mc Donalds porque no nos pagaron o me tiré mi sueldo o sabe Dios, y estábamos dos días comiendo tres hamburguesas de dólar cada uno. ¿Qué conservas de tu locura juvenil? Sigo siendo un poco irreverente, me sigue gustando salir, me siento medio chibola todavía. Todavía hago mis locuritas… (Risas) Aún me encantan los deportes de aventura. Claro, les he bajado a algunos: las motos ya no me vacilan mucho, pero para eso ya están mis hijos que todos montan. ¿Y en el amor? Bien. No estoy enamorada, pero. En un reportaje que te hicieron en Miami, estabas emparejada… Ah, sí, ¡pero ya nada con él! Con esta pareja tuve unos dos años de un romance maravilloso, puro amor, con pedida y todo, y un año la desgracia total. ¡Apareció un monstruo! Salí huyendo. ¿Fue una de las razones por las que decidiste volver? Un poco también. Esta persona me desestabilizó, me quitó piso. ¿Sientes que al volver a tu país estas refundando tu vida? Para mí sí es empezar de nuevo. Es más, aquí tengo un departamento y no tengo sala (risas). Comedor tengo felizmente, y cocina, porque me traje muchas cosas de allá. Pero ahorita comprarme una sala no puedo, porque antes me compro mi lavadora, que también me falta (risas). ¿Qué expectativas tienes ahora? En verdad no espero nada de la vida. O sea, vivo como mi día a día, como siempre. Porque, a veces, cuando uno espera cosas es cuando uno se decepciona. Entonces, trato de no esperar mucho de la vida. Obviamente busco ser feliz y que mis hijos sean felices, y ya. LA FICHA Nací en Lima hace 42 años. Estudié administración hotelera, pues soñaba con abrir pequeños hoteles a lo largo del Perú, pero, a los 21 años, me metí a la televisión. Hice: El ángel vengador: Calígula, y luego no paré. El 2006 me fui a Miami, donde trabajé en algunas producciones junto a monstruos de la actuación. Hace poco, volví a mi país y estoy reanudando mi carrera de actriz. Ahora soy imagen de Ponte rosa, campaña de prevención por el Día Mundial de Cáncer de Mama (19 de octubre).