La ciudad de la furia y del rechazo a Manuel Merino
Protestas y represión. En Lima y diversas regiones del país, miles de mujeres y hombres gritaron su enojo contra la decisión de un grupo de congresistas de vacar a Vizcarra. Les recordaron que muchos de ellos tienen acusaciones y denuncias, que protegieron actos de corrupción y que no pueden hacer con el país lo que se les antoje. Prometieron seguir con su rechazo, pese a la inusual represión policial.
Mientras en el Congreso de la República un imperturbable Manuel Merino cantaba el himno nacional rodeado de quienes lo llevaron a la presidencia y sus invitados, en las calles del Centro de Lima y de las diversas regiones del país también se entonaba las letras patrias pero con furia, con una energía diferente.
Lo hacían en señal de protesta, avanzando contra las acciones policiales para detenerlos. Lo hacían entre gases, palos y hasta perdigones. Lo coreaban mientras evitaban ser golpeados o empujados fuera de las vías.
Con consignas como ¡fuera los corruptos!, ¡Merino no me representa!, ¡No al Congreso!, ¡Vizcarra sí, golpistas no!, !Insurgencia popular!, los manifestantes intentaban una y otra vez acercarse a la calles cercanas a la avenida Abancay y al Parlamento, donde Merino autojuramentó como primer mandatario y pidió, ahora sí, unidad a los peruanos, tras la vacancia contra Martín Vizcarra.
Una ciudad sitiada
Desde tempranas horas se habían tendido cercos policiales escalonados en las calles cercanas al Legislativo. Lima parecía una ciudad sitiada. El cambio de horario de la juramentación del acciopopulista (que primero se estimó para las 5 de la tarde) no logró disminuir la presencia cerca a las 10 de la mañana de jóvenes y adultos, y familias enteras de quienes no apoyan el golpe del Congreso.
El punto de concentración fue la plaza San Martín y desde allí se realizaron las manifestaciones a las otras vías. Las fuerzas policiales reprimieron los avances con inusual violencia.
Tres efectivos tiraron y detuvieron en el suelo al dirigente sindical Roberto Mesta, otra señora fue apresada pese a que solo portaba una corneta, lanzaron perdigones y gas lacrimógeno, arrancaron una larga banderola de manos de los manifestantes, hicieron disparos al aire en varias oportunidades.
El centro limeño se convirtió en caos, violencia y gritos.
Las marchas se prolongaron a lo largo del día, y hombres y mujeres anunciaron que no cesarán su protesta contra “los usurpadores”.
Mientras tanto, la furia se vivía en otras zonas del país.
Nuestros reporteros en Arequipa informaron de una manifestación fue masiva. Las marchas colmaban varias cuadras de la ciudad. En el Cusco hubo violentos enfrentamientos con la policía que evitaban el ingreso a la Plaza de Armas. En Juliaca, grupos de vecinos exigieron vacar a todos los políticos. En Trujillo, los colectivos rodearon la plaza principal de la ciudad. En Huancayo, la última provincias en ser visitada por Vizcarra como presidente, los pobladores rechazaron su vacancia.
Fue una jornada de indignación contra una clase política enquistada en partidos e instituciones. Y, en medio de todo eso, juró Merino como presidente.
“Desconcierto por la vacancia se justifica”
Enfoque por Paula Muñoz, politóloga U. del Pacífico.
La ciudadanía siente un desconcierto generalizado por la decisión del Congreso sobre la vacancia. Llama la atención la desconexión de los políticos con el sentir de la opinión pública. Esa tendencia no es de hoy, lleva tiempo entre nosotros.
No calificaría lo sucedido como un golpe de Estado porque, aunque está en discusión la constitucionalidad de este uso de la vacancia, la decisión siguió procedimientos establecidos. Pero no quiere decir que la decisión sea legítima. Allí la reacción de las calles. Sí creo que es un golpe a la democracia, porque acentúa un problema de gobernabilidad y se genera incertidumbre en un contexto donde ya hay mucha desconfianza hacia la política.
Es consecuencia de tener un sistema sin partidos políticos organizados donde lo que prima son los cálculos cortoplacistas, las micropolíticas. Y en un contexto donde la situación fue agudizada por prohibir la reelección, propuesta por Vizcarra para el referéndum.
En parte, esta irresponsabilidad es consecuencia de tener congresistas que no les importa cómo su comportamiento impacta electoralmente a sus partidos porque no se van a reelegir; algo dañino para la construcción partidaria y la democracia. Por último, es legítimo que el ciudadano tenga dudas de que este gobierno respete el balance de poderes y las elecciones se lleven como están previstas.