Ana Núñez. La ex ministra de la Mujer se refiere al "descrédito general" del Parlamento tras el escándalo por el incremento del bono de representación, que –dice– revela un problema aún más grave: la debilidad de los partidos políticos y la incapacidad de sus líderes para controlar a sus bancadas y dar lineamientos de política nacional. -El Congreso finalmente retrocedió en su decisión de duplicar su bono de representación. ¿Esto resuelve el problema o hay daños irreversibles? Más que retroceso, lo que hemos visto es un paso adelante, porque frente a la presión ciudadana, el Congreso ha tenido que dar un paso atrás y revisar una decisión que ellos ya daban como cerrada. -¿Ve esto como un triunfo del control ciudadano? Por supuesto, es un triunfo del control ciudadano frente a una actitud totalmente irresponsable de los congresistas. Ahora, lo que esperamos es que el control ciudadano se mantenga y que los congresistas entiendan por qué es que han tenido que revisar esta decisión tomada. -¿Qué deben entender? Que la gente tiene cada vez más negativa percepción sobre el Congreso. Los parlamentarios, pese a que no todos tienen un comportamiento errático, irregular o desacreditado, han perdido la legitimidad ante la ciudadanía, nadie les cree. Si antes se podía distinguir entre unos y otros, con esta medida que ha sido aprobada por sus autoridades –el Consejo Directivo– se ha generalizado una situación de descrédito y malestar. -Algunos de ellos hasta defendieron el aumento. ¿Se olvidan que la función pública debe ser de servicio? Lo que sucede es que hay gente que entra al Congreso o a la función pública para llenarse los bolsillos antes que para actuar como representantes de los ciudadanos. Acá hay un problema de ignorancia muy fuerte frente a lo que debe ser la función del Congreso. Muchas veces los parlamentarios creen que llegar al Congreso es conseguir influencia, dinero, hacer caja y tener el poder de la prebenda en su región. Esta situación nos plantea un problema mucho más serio, que es la debilidad de los partidos políticos y la incapacidad de sus líderes para controlar a sus bancadas y dar lineamientos de política nacional. -Decía que el desprestigio del Congreso se ha generalizado, ya no se puede diferenciar "buenos" y "malos" congresistas... Es cierto, esta reciente medida del Congreso de aumentar los gastos de representación sin rendición de cuentas, ha sido un tremendo error de los congresistas. No midieron sus efectos. Seguramente pensaron que habría una corta rechifla de parte de la ciudadanía y que, pasado el momento, todo se olvidaría y ellos se llenaban los bolsillos. No se dieron cuenta de la magnitud de la desaprobación popular que traería para el Congreso. Y lo peor de todo esto es que todos han caído en el mismo saco. Porque a pesar de que 25 congresistas decidieron no recibir el bono, la decisión fue tardía y tenue ante la unanimidad del Consejo Directivo para ratificarla hace tan solo unos días. -Según CPI, debido a todo esto la aprobación del Parlamento es de apenas 12 por ciento... Ya se veía venir... y con este nivel de desaprobación se configura una situación muy seria. La gente está molesta, nadie le cree nada a los congresistas, lo mismo ocurre frente a la política y frente a la Ley. En la última encuesta nacional de Proética, el 85% de la población no respeta las leyes. Esto es grave. El problema es que los congresistas han hecho poco por revertir la desconfianza y la falta de credibilidad de la población. Y esta última medida los compromete como institución. -Algunos analistas dicen que lamentablemente esto hace que mucha gente vea con buenas ojos la posibilidad de cerrar el Congreso... Eso sería muy grave. Pese a todo, el Congreso es una institución muy importante, es parte fundamental del balance de poderes y una columna de la democracia. Pero claro, con este comportamiento irresponsable de los congresistas, en muchos casos corrupto e interesado, la institución queda expuesta a situaciones límite. Pero no hay que apresurarnos, para cerrar el Congreso tiene que haber una serie de condiciones que afortunadamente no existen hoy. Para comenzar, se requiere de una voluntad clara del mandatario y un plan preciso, respaldado por las Fuerzas Armadas, como fue el caso del 92 con Fujimori; pero también es preciso que exista una situación de crisis nacional, de debacle institucional y de zozobra social como la que vivimos esos duros años de principios del 90 por el terrorismo. Felizmente estamos lejos de esa realidad. -La situación es distinta... Si hoy mucha gente quiere cerrar el Congreso es porque quiere que salgan los congresistas para reemplazarlos. Después de todo, hoy, para muchos, el Congreso se ha convertido en un buen lugar para hacer negocios y dinero antes que en un espacio para legislar. Hace tiempo que no escuchamos buenos debates o que no vemos a los políticos en acción, poniéndose de acuerdo para elegir a las autoridades del TC, de la Defensoría o del Banco Central. -Algunos legisladores han expresado su preocupación por una supuesta intención del presidente Humala de cerrar el Congreso. ¿Ve esa posibilidad como algo que pueda estar en los planes del mandatario? No me parece, no la veo la verdad. Más bien me parece que los legisladores deben asumir la responsabilidad de sus actos antes que ver actitudes conspiracionistas en quienes los critican. -¿Qué se debería hacer para revertir toda esta crisis de descrédito? Hay que suprimir el voto preferencial. Hay que fortalecer los partidos políticos promoviendo las escuelas de formación de militantes, la rotación de los puestos, la democracia interna, el financiamiento público con rendición de cuentas, eso por el lado de los partidos. Y por el lado del Congreso, tenemos que seguir exigiendo les transparencia y rendición de cuentas a todos y cada uno de los congresistas. Que entiendan que al Congreso se va a servir al país, no a hacerse ricos. -Hablábamos de que todo esto refleja una crisis de partidos, ¿no hemos avanzado en la institucionalidad en nuestro país? La crisis de los partidos es profunda y más allá del Perú, afecta a la política en general. Los partidos políticos son muy importantes, pero para que recuperen su lugar como articuladores de intereses se debe comenzar con un verdadero recambio generacional. Los viejos líderes tienen que dejar las tribunas y pasar a ser los grandes maestros de las nuevas generaciones. No podemos seguir con los dirigentes de siempre a quienes ya no se les cree. Por otro lado, el mundo ha cambiado drásticamente estos últimos tiempos. Las nuevas tecnologías, la cantidad de información, la rapidez con que se suceden los acontecimientos obligan a pensar en un nuevo estilo de liderazgo.