Agüita pa Muñoz
A Muñoz nadie le está reventando cohetes todos los días en transmisiones microondas, como pasaba con Castañeda. Tampoco se le ha boicoteado desde el primer día, con la amenaza de desestabilizar la ciudad con una revocatoria, como ocurrió con Villarán. En su primer año, Muñoz ha gozado de un punto intermedio razonable, de un fair play que debería haberlo dejado ejecutar su visión de Lima y que le permite a la ciudadanía juzgarla. Trece meses después, es evidente que no da la talla.
Es injusto que se le pida a Muñoz inaugurar obras suyas cuando recién lleva poco más de un año. Diseñar, proponer, aprobar y llevar a cabo un proyecto de construcción toma mucho más que una docena de meses. Pedir “obras” a estas alturas distorsiona el sentido de la realidad. Pero Muñoz ha cedido a esos reclamos, tomándose fotos con construcciones que la gestión anterior dejó avanzando. Una oportunidad perdida para concientizar a la ciudadanía.
Dejemos pasar eso. Hay otros medidores. El 2019, su municipio tuvo 680 millones para inversión pública, del que ejecutó solo 452 (en buena medida, gracias a las obras viales para los Panamericanos). Esto lo ubica en la media de ejecución (61,3%) de las municipalidades peruanas. Podría decirse que no es malo, solo mediocre.
Pero, okay, no todo es inmediatez y dinero. Lo más importante en una ciudad, lo que de verdad impacta a largo plazo en la calidad de vida de sus vecinos, es el liderazgo, la gestión, la política entendida como una toma de posición muy clara respecto de los problemas del día a día. Aquí, Muñoz abandona los terrenos de la mediocridad para hundirse en el fango de la inutilidad.
Desde el fiasco del Puente de la Amistad hasta el abandono de Las Lomas de Paraíso, pasando por el caos vehicular y por la incomprensible decisión de mantener a funcionarios de confianza de Castañeda (¡incluidos los de transporte!), la Municipalidad de Lima reina pero no gobierna.
Muñoz podrá alegar que está atado de manos por la normativa, pero adivine qué: Acción Popular tiene ahora mayoría en el Congreso. ¿Por qué no la usa para proponer –de una vez por todas– la reducción de los distritos de Lima a 4 o 5? El modelo actual no da más y el mismo alcalde ha sido víctima de la actual partición feudal. ¿Por qué no lidera esa pelea? Una pelea, aunque sea. Unita. No requiere ejecutar ningún presupuesto y las consecuencias finales podrían lograr que, a la larga, no se recuerde a esta gestión como otros 4 años perdidos.