¿Qué viene? En la lógica polarizante, un Congreso deslegitimado trabando la ‘esencia’ de proyectos de reforma y, por el otro lado, un ejecutivo prisionero”.,Mientras veía, por ratos, la sesión del Congreso que terminó ayer con el “voto de confianza”, me preguntaba cuáles podrían ser los comentarios de un imaginario grupo de inversionistas que escuchaba las intervenciones para decidir si invertir o no en el Perú. Difícil sería concluir que sus conclusiones fueran a ser positivas. Siendo parte de la realidad, felizmente el país ofrece un escenario bastante más promisorio de lo que en esos dos días se perpetró. Como en la Italia de las últimas seis décadas, la economía y las fuerzas sociales parecerían moverse –felizmente– en otra dimensión. Sin embargo, lo que ocurra en los próximos meses sí repercutirá de manera significativa en la estabilidad/inestabilidad institucional del país. En esto el pronóstico es reservado y en ello destacan dos asuntos. Primero: ¿fue conveniente el paso dado por el gobierno de plantear lo de la cuestión de confianza y “pechar” al Congreso? La iniciativa tenía sentido dado el círculo vicioso al que el país está siendo conducido por la total ilegitimidad del legislativo y su visible impunidad frente a la corrupción. Ese es el verdadero nudo gordiano del debilitamiento –en curso– del sistema político. Si se hubiera tenido que dar un cierre constitucional del Congreso no se hubiera estado ante un “nuevo 5 de abril” o un golpe de Estado. Adoptada esa medida por el presidente, sin embargo, se habría tenido que proceder a convocar a nuevas elecciones congresales y a la instalación del nuevo legislativo. Con ello se habrían vencido ya los plazos para reformas constitucionales aplicables a las elecciones del 2021. Resultado: cero puntos, cero balas… Aunque las tribunas, por cierto, hubieran aplaudido –y mucho– el cierre del Congreso. Segundo, con la cuestión de confianza aprobada, ¿las propuestas de reforma quedan encaminadas? Difícilmente podría darse una respuesta afirmativa pues se llegó con forceps a la votación. Muchos sospechan que a la hora decisiva prevaleció una suerte de realpolitik de supervivencia en muchos de los que votaron ayer a favor de la cuestión de confianza. Habría pesado algo tan banal como el “combo” sueldo + impunidad. El voto por el “sí”, así, es cualquier cosa menos sinónimo de que quienes así lo hicieron votarán a favor de los proyectos del ejecutivo sin alterar su “esencia”. ¿Qué viene? En esta lógica polarizante, un Congreso deslegitimado trabando la “esencia” de proyectos de reforma y, por el otro lado, un ejecutivo prisionero de propuestas que no quiere ver demolidas ni desnaturalizadas. Pregunta de preguntas: ¿cuál puede ser el juego del gobierno con esa desaprobación “diferida” de la confianza con la eventual aprobación de los proyectos distorsionados en su “esencia”? ¿Facultaría esto al presidente al cierre constitucional del Congreso? Dilemas todos que nos abren interrogantes sobre la urgencia de que se tracen en la política oficial –especialmente la gubernamental– metas estratégicas y planes de acción que no se sigan moviendo solo en el plano del círculo vicioso de proyectos normativos alimentando la lógica polarizante de una mayoría congresal que fue.