“Sin las prisiones y persecuciones no hubieran nacido ni la mística ni la liturgia expresadas hoy frente al suicidio de Alan García”.,Ante todo, la expresión de pesar para la familia del expresidente Alan García y para la militancia aprista. El fervor de miles de sus compañeros, volcado en himnos legendarios y pañuelos blancos, nos recuerda que el APRA es el gran partido peruano del siglo XX. Para empezar, nació con ideas y programas, máximos y mínimos. Con propuestas, por utópicas que fueran, para el Perú y para América Latina. La ruptura del APRA con la Internacional Comunista, más allá de haber implicado sectarismos y matonerías, con frecuencia de ambos lados, revela una autonomía conceptual que sólo el tiempo nos permite valorar a plenitud. El marxismo, en efecto, y no sólo el marxismo leninismo, con todo lo que aportó al entendimiento de la sociedad y la historia, fue un producto de la Ilustración eurocéntrica. Correspondió al análisis de un espacio y a un tiempo que no eran los nuestros. Y, por eso, todos los movimientos de liberación del siglo XX han sido más nacionalistas y campesinos que obreros. Si se convirtieron al comunismo, fue como producto de la Guerra Fría. Empezando por Cuba. Haya de la Torre, como Mariátegui, quiso pensar desde el Perú y desde América Latina. O “Indoamérica”, como preferían llamar a la América nuestra. En segundo lugar, el APRA no nace de la pura ambición de alguien que quiere ser presidente de su país. Claro que Haya era un caudillo. Pero, además del caudillo, el APRA articula y expresa a los obreros de Vitarte y a los campesinos de La Libertad, a los sindicalistas y a los estudiantes. Es un movimiento con un contenido social verdadero y con un núcleo dirigente cabal, no el producto de un mero capricho individual. A pesar de que el núcleo original se hizo añicos a la muerte del fundador. Tercero, el APRA introdujo la noción de que la democracia es también el diálogo. “Conversar no es pactar” anunció Ramiro Prialé. La lista puede ser mucho más larga, pero no se puede dejar de mencionar la austeridad, la sobriedad y la honradez del fundador del partido, Víctor Raúl Haya de la Torre que, como otros fundadores, sufrió persecuciones mortíferas y prisiones ominosas. Los fundadores del APRA vivieron partes de sus vidas en las cárceles. Una reja de una de las celdas de Haya de la Torre fue instalada en la “Casa del Pueblo”. Sin las prisiones y persecuciones no hubieran nacido ni la mística ni la liturgia expresadas hoy frente al suicidio de Alan García. Por último, lo dicho en esta breve nota corresponde al APRA que se gesta e irrumpe en la época de Leguía y que se forja en las persecuciones. La historia del APRA pasa por muchas etapas, que llegan hasta los entendimientos con Odría y con el fujimorismo. Ojalá que el APRA pueda interrumpir la trayectoria en que se ha embarcado. Que no termine de replicar la tragedia del Partido Civil de Manuel Pardo, que fue el gran partido republicano del siglo XIX para terminar en vehículo de la oligarquía, combatido por el APRA inaugural, en el XX.