Los autoritarismos de derecha y de izquierda están a la espera de llenar ese espacio que deja libre el fujimorismo con su crisis.,Los resultados del domingo en Brasil deben hacernos recordar que Adolf Hitler subió al poder en Alemania a través de elecciones y que planteó su proyecto totalitario enmascarado como democracia, incluso su partido se disfrazó como socialista “antimarxista” (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán). Pero apeló a lo usual en todos los partidos de extrema derecha: 1) la supremacía de los alemanes “über alles” (por encima de todos); 2) justificación de la violencia como uso político; 3) engañar con tácticas astutas de alianzas y oposiciones al propio Hindenburg que era el canciller y 4) un chivo expiatorio que condensaba todos los males por más absurdo que parezca: los judíos. Eso sucedió en una Alemania golpeada por la I Guerra Mundial que, intentando resurgir de las cenizas, apostó por un “salvador”. En Brasil la situación de corrupción, la crisis desatada por los malos manejos del PT y el equipo de Lula da Silva, el funcionamiento del BNDES como financiera de los megaproyectos que ganaba Odebrecht; la cooptación de lo peor de la derecha instalada en el congreso confabulando contra Dilma y, sobre todo, las brechas internas, entre ricos y pobres —vergüenza para América Latina en su totalidad— han abonado a que los brasileños voten por un fascista que apela a la violencia, a la xenofobia, al terror de la “ideología de género”; al uso de armas, que reivindica la tortura y la violación a las mujeres como disciplinamiento, y que puede poner a América Latina al borde del abismo. El Perú no está vacunado contra el fascismo. En nuestro país el 15 de noviembre se ha convocado a una movilización ConMisHijosNoTeMetas pero son varios filo-fujimoristas que están detrás del llamado para “salvar a los niños de ser homosexualizados por los caviares”, entre ellos, Phillipe Butters y Vásquez Kunze. En esta ocasión es obvio que no se trata de hacer un display contra esa falacia denominada “ideología de género” sino de apoyar a Keiko Fujimori. Sin embargo, el fujimorismo como sentimiento autoritario, está en caída libre y, como todos sabemos, cuando un espacio político se vacía es inmediatamente llenado por otro. Los autoritarismos de derecha y de izquierda están a la espera de llenar ese espacio que deja libre el fujimorismo con su crisis. No digo que se trata de una estrategia bien pensada sino un proceso que, en el propio sistema de nuestra democracia de baja intensidad, se organiza por entropía. Quienes somos de izquierda sabemos exactamente lo que implica un autoritarismo de derecha pero, muchas veces, soslayamos los autoritarismos de izquierda. Hoy representados en el escenario latinoamericano por Maduro (Venezuela) y Ortega (Nicaragua), nos muestran un camino nefasto que traiciona nuestros principios nucleares. Contra los autoritarismos de toda índole la respuesta debe ser radicalizar la democracia: hacerla más y más democrática. Para eso es indispensable cuestionar el paradigma de sujeto político andro-eurocentrado, ampliar derechos, respetar a los pueblos indígenas, luchar contra el racismo y el machismo patriarcal, así como cuestionar profundamente un modelo individualista que le echa la culpa al pobre de su pobreza.