Aun así Barranco está en el exclusivo ranking internacional de distritos hipster que lidera el barrio de Kreuzberg (Berlín).,Las desafectas elecciones municipales vuelven a llamar la atención sobre el espacio ínfimo que, frente a problemas de vida o muerte inmediatos como la seguridad y el transporte, ocupa la gestión cultural en la mayoría de planes de gobierno municipal de los pocos distritos patrimoniales que apenas conserva Lima. El emblema de este vacío lo encarna el breve Barranco, que pasó de balneario a corredor alterno y masivo norte-sur anexo a su litoral marítimo, espacio público básicamente secuestrado por las concesiones. Hace décadas que Barranco necesita un alcalde con ánimo de enfrentar la crisis urbanística del distrito. El arquitecto José Rodríguez (Sí se puede) se propone para encarnar ese perfil. Su planteamiento es que a la sombra de un prestigio cultural, que no es sino parte de la historia, Barranco ha ido acumulando problemas que son de la vida diaria. “Nosotros vivimos sobre un mito: que Barranco es cultural”, ha resumido el candidato Rodríguez. Esto para comentar que la Biblioteca Municipal sintomáticamente haya sido invadida para hacer espacio a las oficinas administrativas de una planilla municipal excesiva. Barranco necesita armonizar su mitad popular con su mitad acomodada. Por lo pronto ambas tienen que resolver juntas el haberse dejado convertir en un corredor vial entre Lima y los balnearios del sur chico. Una especie de tramo inconfesado de la carretera Panamericana, que también funciona como un atropello a la cultura. La alucinación cultural: pataletas contra la construcción del Museo de Arte Contemporáneo; un ficus centenario desplomado en mayo último sobre una casona en la primera cuadra de Pedro de Osma; el cierre de la librería “La Libre” por una desregulación inmobiliaria que rajó sus muros; y la reducción del público de las galerías de arte que también definen el distrito. Aun así Barranco está en el exclusivo ranking internacional de distritos hipster que lidera el barrio de Kreuzberg (Berlín). Esto gracias a los productos alternativos, orgánicos, y una estética de consumo de materiales reciclados. Es el trabajo de, un puñado de negocios indómitos frente al avance del aturdimiento fiestero nocturno rodeado de delincuencia a una sola cuadra de su plaza, devenida en campo ferial permanente. Lo cultural está dormido como el puentecito en la canción de Chabuca Granda. Rodríguez ofrece despertarlo.