Crisis de gobernabilidad en la perspectiva política peruana.,No debe haber nadie mínimamente informado sobre el Perú que crea, quizá con la ilusión de que todo salga bien y la apuesta permanente por el wishful thinking, que el voto de confianza otorgado por el congreso al gobierno reducirá el nivel de confrontación en la perspectiva política, siendo evidente que las cosas se van a poner bastante peor antes de estar mejor. La razón de esta perspectiva pesimista es que mientras el presidente Martín Vizcarra no tiene otro camino que mantener su planteamiento de la reforma constitucional de la política y la justicia vía un referéndum, Keiko Fujimori no tiene más estrategia que la venganza por la sangre en el ojo y la pataleta que sufre desde hace tiempo. Primero, por la derrota ante Pedro Pablo Kuczynski cuando tenía la mesa servida. Luego, con Vizcarra, al constatar que no aceptó ser su empleado. En ambos casos, Keiko Fujimori emprendió una estrategia de demolición que terminó con el derrumbe en su propia cabeza y en la de su partido, aunque, peor que eso, en la del país. Su aprobación en la opinión pública sigue en picada por sus errores, su partido fragmentado por al apabullamiento de su desprestigio, y la mediocridad de su bancada se percibe en cada momento y, cada vez con más frecuencia, con la vocación por la destrucción que exhibe por las órdenes que emite la propia Keiko Fujimori a través de su mensajera Úrsula Letona, ya sea con llamadas telefónicas para abstenerse en votaciones clave o con los whatsapp que esta envía a su ‘jefa’. El afán de demolición de Fuerza Popular avanza en varias direcciones, con su bancada mototaxi lanzando amenazas –Luis Galarreta, Rosa Bartra, Letona–, con la comisión lava jato apuntando, y con un fiscal de la nación como Pedro Chávarry que es evidente que usa el puesto para defenderse, blindar a Keiko Fujimori y perseguir a quienes ella le diga. Los voceros oficiosos del fujimorismo, como algunos seudo constitucionalistas, instan a que el presidente Vizcarra no le busque pleitos al congreso y se allane a todas las pretensiones de Keiko Fujimori, pero ya todos saben a dónde conducen esas recomendaciones. Y su equipo interno le dice que todo es un complot de la prensa, y ella lo repite aunque ya nadie lo crea. El rumbo de colisión con crisis de gobernabilidad sigue siendo, tras el voto de confianza, el futuro político más probable. Mientras el presidente Vizcarra ya no tiene otro camino que perseverar en su reforma, Keiko Fujimori sigue con ánimo de choque que implica una vocación políticamente suicida para ella, su partido y el país.