El caso de “El hermanón” es cierto. Inventó al político sin ideologías.,Me soplo todos los días el laberinto del transporte. Estancado en su miasma, así me sé de memoria las promesas de candidatos y lo exiguo de sus eslóganes. Lima hoy es un bosque de paneles monses. La mayoría propone orden, honradez, transparencia. Galimatías puras, hubiese dicho Chema Salcedo. Una reverenda cojudez, asistiría Marco Aurelio. El Uber de los faramallas asentaría yo frente a esos discursos desgastados. Y en ese laberinto de carteles, Reggiardo, el candidato del fárrago con su hashtag: #SeguridadHonestidadCoraje promete: “¡No más huecos en nuestras calles! Pondremos en marcha el plan de infraestructura vial para mejorar las pistas y veredas de Lima”. E insiste: “No más caos". Vamos. El problema no son los huecos ni su plan patrañero. Es su carencia de ideas y conocimientos. Yo le pregunto: ¿Cómo, Renzo? ¿Eres mago? Su rollo es propio de los políticos de hoy, sin partidos y sin instituciones. Hay que leer a Umberto Jara en su libro “El outsider”. Buena disección del ‘secreto’ de Belmont, otro faramalla: Dice Beto: “Aparecieron repentinamente como una alternativa a los políticos tradicionales. Dijeron ser independientes. Recibieron el nombre de outsiders: los ajenos a la política. Parecía una virtud. Resultaron ser aventureros en busca de fortuna”. El caso de “El hermanón” es cierto. Inventó al político sin ideologías. Hoy abundan como pulgas en panza de perro. Y aquello que empezó en 1989, hoy es una pandemia. Y después de Belmont vino Fujimori y luego se eligió a dueños de pollerías, choferes de transporte público, negociantes de tragamonedas, catedráticos sin título, voleibolistas y hasta a Susy Díaz. Lima no necesita de un advenedizo ni otros oportunistas. Dije del transporte pero la urbe padece de cáncer terminal. Sino, todos terminamos en Piedras Gordas.