"Que la intolerancia se extienda como mancha de aceite, afecta a la sociedad toda, no sólo a los extranjeros".,Un cuarteto de jóvenes con guitarras animaba este domingo, con música llanera, el concurrido Puente de los Suspiros en Barranco, Lima. Metros más allá, un dúo de violinistas –también venezolanos– salpicaba de bucolismo el ambiente interpretando a Vivaldi. Todos jóvenes inmigrantes venezolanos –seguro que profesionales– buscándose un ingreso decente. Lo que en otras zonas del mundo era “pan de cada día” es nuevo en nuestra región. En la década de los 90 del siglo pasado las guerras internas en Centroamérica generaron miles de desplazados y refugiados, pero las dimensiones de migración venezolana de hoy no tiene precedentes. Esto plantea al menos cuatro retos fundamentales de cuyo manejo y solución dependerá el curso futuro de muchos asuntos. En primer lugar, limitadas capacidades institucionales y presupuestales. Que van desde rebasadas oficinas fronterizas, la demanda laboral y necesidades básicas de protección, salud y seguridad para que tratantes de personas no aprovechen situaciones de vulnerabilidad. Llama la atención, por ejemplo, que con más de 400.000 ingresantes al Perú, menos de 10 mil estén en el registro oficial de planillas. Esto demanda importantes e inmediatos ajustes para distintas instituciones públicas y del sector privado funcionen mejor, se haga respetar la ley y se articulen más eficientemente. Importante, por ejemplo, que un gremio empresarial como Confiep esté participando en coordinaciones con instituciones públicas así como humanitarias y religiosas que vienen actuando en este asunto. En segundo lugar, la amenazante irrupción de corrientes xenófobas e intolerantes; provenientes de las mismas fuentes de extrema en temas políticos internos. Ahora añaden la xenofobia a sus “trolls” sectarios; lo “malo” viene del extranjero. Que la intolerancia se extienda como mancha de aceite, afecta a la sociedad toda, no sólo a los extranjeros. Este fenómeno lacera ya a algunos países europeos en los que ese extremismo xenófobo va de la mano con la intolerancia política, la demolición de la independencia judicial y ataques a la libertad de expresión. En Hungría es ahora delito ayudar a inmigrante; en Polonia han arrasado con la independencia judicial. La aplanadora extremista demanda de la sociedad una activa respuesta enfrentando la intolerancia para hacer prevalecer los valores democráticos y de respeto a las obligaciones internacionales de protección. Crucial que varios medios de comunicación y comunicadores estén levantando las banderas de la solidaridad y del respeto a quienes las circunstancias han obligado a dejar su tierra. En tercer lugar, zonas grises e inciertas que se pueden ir generando a partir de ciertas respuestas institucionales que pueden producir problemas mayores que los que se trata de resolver. Se entiende el inmenso reto que todo esto representa para las autoridades, especialmente las migratorias. Pero la exigencia de cierta documentación –pasaporte– con la que no cuentan muchos de los inmigrantes, no impedirá la llegada a las fronteras. Hay mil formas de cruzar una frontera. Renunciará, de hecho, la autoridad a su control. Más riesgos pues de incremento de trata de personas para explotación laboral o sexual. En cuarto lugar, dada la dimensión internacional del problema, eso demanda respuestas políticas e institucionales de envergadura. Por ejemplo, para concertar estrategias humanitarias, legales e institucionales. Hay pasos que se están dando en estas semanas como la convocatoria a autoridades andina de migración, pero falta mucho más. Asimismo, la urgencia de lograr una mayor participación contributiva de la comunidad internacional. Por ejemplo, a través de las acciones del Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional de Migraciones (OIM) y de países donantes cuyo concurso debe convocarse de manera activa. Son necesarias respuestas, recursos y decisiones sin precedentes frente a un reto también sin precedentes para que esta situación sea más una de oportunidades y no de crisis o afectación de derechos.