Vizcarra no puede retroceder ahora tras amenaza de Keiko. ,La infidencia de Keiko Fujimori al revelar sus dos citas con el presidente Martín Vizcarra implica una quiebra definitiva de la confianza entre ambos y el preludio de un mayor distanciamiento al que hoy ya es notorio. Entre las dos versiones, se puede concluir que Fujimori pidió las citas para plantearle a Vizcarra que apoye la ley ‘mordaza’; se oponga al reglamento de alimentación saludable con octógonos; despidiera a la ministra de salud Silvia Pessah; y le consulte casi cualquier decisión relevante, estableciendo las bases de un gobierno tutelado a partir de la creencia de que para eso ella lo puso en Palacio. Por eso, cuando Fujimori pidió una tercera reunión, Palacio se la negó. Desde que empezó la presidencia de Vizcarra se habló de la conveniencia de una cita con Keiko Fujimori para establecer condiciones básicas de gobernabilidad. No había evidencia de la misma, salvo una información publicada por Juan Carlos Tafur que fue desmentida por Vizcarra y callada por Keiko Fujimori. ¿Por qué, entonces, la jefa de FP rompió el secreto? Por un lado, actuando en el marco de un embate mayor contra Vizcarra ante la constatación de no poder controlarlo. Pero, más allá de la venganza de una mujer despechada en su pretensión política, Fujimori quiso remarcar su protección cerrada a Pedro Chávarry como fiscal de la nación, quien actúa como su huachimán del mismo modo que Blanca Nélida Colán protegía a su padre y a Vladimiro Montesinos. Vizcarra se equivocó al no apostar por la transparencia y por confiar en quien, como es obvio, no lo merecía. Más allá de la infidencia, la revelación de Fujimori es una expresión de la quiebra de cualquier posibilidad de confianza entre ambos, además de una declaratoria formal de guerra. Lo que ha querido transmitir Keiko Fujimori es que no le va a permitir al presidente Vizcarra que la agenda nacional la ponga Palacio, sino que ella la quiere manejar desde el congreso que aún domina. A eso apuntó cuando dijo que “hay que saber diferenciar lo urgente de lo que se puede hacer con tranquilidad el próximo año”, es decir, que ella va a decidir cuándo y para qué se hace el referéndum, si este se llega a realizar. En ese contexto, sería políticamente suicida que ahora el presidente Vizcarra se asustara por la bravata de Keiko Fujimori –que no es más que un manotazo de ahogado– y retrocediera en su propósito de la reforma judicial y política a la que se opone FP. Ahora sí, tras la traición de Keiko Fujimori, el presidente ya no puede dar ni un paso atrás.