Tan grave como violar a un menor es callar este hecho.,Hizo bien la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) en recordar que se pronunció oportunamente sobre el caso del Sodalicio de Vida Cristiana (SVC), pues los violadores son tan culpables como quienes, pudiendo haberlos denunciado, se callaron e impidieron que, al conocerlos, se hubieran detenido. Para demostrar que la CEP nunca se calló sobre los abusos sexuales, físicos y psicológicos del SVC, su presidente el monseñor Miguel Cabrejos exhibió comunicados y notas de prensa emitidos entre 2015 y 2017, además de informes al Vaticano. Tan grave como un violador es el que ayuda a silenciar el abuso sexual. En Pensilvania, como ocurrió en Boston entre 1984 y 2002, la corte suprema informó que en Pittsburgh más de 300 sacerdotes católicos abusaron sexualmente, por siete décadas, a al menos mil menores y que se instauró una maquinaria sofisticada para encubrir a estos pederastas, incluyendo un manual para ocultar la verdad. Ha hecho bien el Vaticano al emitir una nota informando que “las víctimas deben saber que el Papa está de su parte” y que “estos criminales deben asumir su responsabilidad” así como quienes “permitieron que se produjeran” estos abusos. Pero el Vaticano también debe ayudar con energía para que los abusadores sean juzgados, incluyendo acelerar el proceso para que el fundador del SVC, el violador Luis Fernando Figari, sea traído al Perú para encarar un debido proceso en vez de gozar de impunidad dorada en Roma. En este contexto, la denuncia del obispo de Piura José Eguren al periodista Pedro Salinas simplemente le da mayor notoriedad en el Perú a la gravedad del silencio por parte de quienes no debieron permanecer callados sobre las violaciones en el SVC. Esto ocurre cuando la fiscalía investiga a Juan Luis Cipriani, Víctor Huapaya, Enrique Elías Dupuy y Alessandro Moroni por encubrimiento, omisión de denuncia y obstrucción de la justicia en presuntos delitos contra la libertad sexual de menores. Y se debe dilucidar a quién se refirió el chileno Juan Carlos Cruz, en su paso reciente por Lima, cuando dijo que “un miembro importante del episcopado peruano tiene una grave denuncia ante el Vaticano”. Antes de dejar de ser arzobispo de Lima, el 28 de diciembre próximo, el cardenal Cipriani debería colaborar con esa identificación indispensable. Por último, sería un buen gesto que los dos cardenales peruanos y toda la CEP asistan al teatro La Plaza a ver la impecable obra ‘San Bartolo’, sobre las violaciones del SVC.