Ellas no pudieron hablar antes, ni de niñas ni de jóvenes. Tuvieron que convertirse en personas adultas.,Después de leer la rigurosa investigación periodística que publicó Ojo Público sobre el espeluznante caso del poeta peruano Reynaldo Naranjo, quien violó a sus dos hijas, nos queda una insoportable sensación de injusticia. El acusado, que por supuesto ha negado los cargos, ahora tiene 80 años. Se pasó la vida libre y campante mientras destrozaba las vidas de sus hijas impunemente. Ellas no pudieron hablar antes, ni de niñas ni de jóvenes. Tuvieron que convertirse en personas adultas, atreverse a mirar la herida en carne viva y tener la piel más gruesa que cualquiera para poder hablar. Cuántos niños y niñas, cuántos hombres y mujeres estarán hoy callando atrocidades así de sus propios padres, tíos, profesores. Cuántos estarán en silencio porque saben que si hablan lo que se les viene es un huracán de exposición, acusaciones y descrédito. Pero hay otra cosa que la investigación de Gabriela Wiener y Diego Salazar nos recuerda: la poca respuesta periodística que están teniendo las denuncias de abusos en nuestro país. Hay otros casos de abusos sexuales que han sido denunciados en nuestro medio, y no han sido ni siquiera publicados en medios de prensa. Hay muchas mujeres que se han atrevido a denunciar, pero pocos les han creído porque no han tenido la suerte de encontrar, como en este caso, periodistas serios que se hagan cargo de una investigación rigurosa. Exijamos a nuestro periodismo que haga su trabajo. Porque Facebook no debería ser el único lugar para denunciar, y ya sabemos qué pasa cuando una mujer denuncia a su violador en el Poder Judicial. Una denuncia periodística bien hecha no restablece la justicia, pero le da a la víctima lo más importante, lo que más necesita para sanar: que le crean.