Los que están en contra de la despenalización del aborto dicen defender la vida pero atacan violentamente a otras personas vivas.,Entre los siglos XV y XVIII, para reanimar el miedo supersticioso y con ello la llama de la fe en la población, la Iglesia acusó a las mujeres de amenazar la cristiandad conspirando con el Demonio. Quemaron a miles de mujeres acusándolas de brujas. Tres siglos después, los argumentos son otros, pero a las “brujas” nos siguen quemando: esta semana otro hombre prendió fuego a una mujer, esta vez en Los Olivos, y cada mes ocurren diez feminicidios en el Perú y otras tantas tentativas. En todo el mundo se sigue matando y violentando a mujeres que se atreven a rechazar a un hombre, o a desafiar la estructura de dominación machista, como por ejemplo, a las que reclaman la despenalización del aborto. En Argentina las mujeres sufren todos los días agresiones por usar pañuelos verdes, el símbolo de la lucha por la despenalización del aborto. Les gritan “Genocida” y “Puta” en las calles. En Facebook algunos invitan a violar o golpear a las mujeres que usen el pañuelo. En Chile, la semana pasada un grupo neonazi apuñaló a tres mujeres que marchaban para pedir la despenalización del aborto. Los que están en contra de la despenalización del aborto dicen defender la vida pero atacan violentamente a otras personas vivas, porque lo que quieren en realidad es controlar a las mujeres. Exigimos nuestros derechos, esta es nuestra nueva hechicería. Una mujer libre es un ladrillo que se desprende del enorme edificio sobre el que está construido el milenario sistema que privilegia a los hombres y subyuga a las mujeres. Esto no tiene nada que ver con embriones, ni con escobas voladoras. Tiene que ver con una resistencia feroz del ser humano a que el mundo encuentre una estructura más equitativa y justa para todos.